Merece hoy especial atención la lectura de los diarios donde, en una tendencia que seguramente se incrementará con el curso de los días, compiten en furia antikirchnerista y loas a la virginidad perdida de la democracia la oposición partidaria y los analistas de los grupos mediáticos concentrados, ante la versión todavía no oficializada de impulsar las listas del oficialismo con gobernadores e intendentes para reforzar la relación de fuerzas parlamentaria.
Para la oposición sobran los adjetivos y faltan los argumentos: “mamarracho”, “violación del contrato con la sociedad”, “manotazo de ahogado”, “ofensa a las instituciones” y hasta “accionar cuasidelictivo”. Los principales medios anunciando catástrofe desde sus portadas y fundamentándolas en otras razones en sus análisis. Clarín titula centralmente “Gobernadores del PJ no se suman al Operativo Scioli” y La Nación piensa que va a los bifes: “Varios intendentes del PJ se resisten a ser candidatos”.
Ricardo Kirschbaum, Editor General del matutino de los Magneto-Noble considera que “Kirchner ha convertido la elección de junio en un plebiscito”, sorprendentemente se preocupa por la suerte de Scioli los intendentes bonaerenses y acusa al ex presidente de “buscar la victoria sin medir costos.” En tanto, su colega de redacción, Julio Blanck, considera que su “inesperada jugada” esta “deformando el sentido de las candidaturas en tributo a un intento plebiscitario, (y) aún está por verse si aumenta su potencia electoral y lo acerca a la victoria que necesita para sostener el poder, o por el contrario se dispara un ‘efecto boomerang’ que termina volviéndose en su contra, sin remedio y sin tiempo para intentar otra jugada”.
Como es habitual, los mayores dardos provienen del diario de los Mitre. Joaquín Morales Solá, el entusiasta de Bussi al que ahora desvela la suerte de la democracia según la entiende La Nación, no vacila en afirmar que estamos ante “El mayor escándalo institucional de los últimos ocho años, promovido por una camada de candidatos que anticipan que nunca ocuparán los cargos que disputarán” lo que “sólo se explica en la certeza previa de que las elecciones de junio están perdidas para el poder que gobierna. Sin embargo, esta profanación del espíritu constitucional podría arrastrar a la Argentina de tumbo en tumbo y adelantar aún más los estrechos márgenes de la política”, Como si fuera poco, su compañero de columnas, Fernando Laborda, le toma prestado sin citar una calificación al constitucionalista Daniel Sabsay: “Tanto las candidaturas testimoniales como el incumplimiento de los mandatos populares son una estafa al electorado. Todo resulta ya muy poco serio”.
Veamos brevemente algunos adjetivos y argumentos.
Con relación al concepto que las “candidaturas testimoniales” y el “incumplimiento de los mandatos” son “una estafa al electorado”podría contestarse con unos párrafos imperdibles del politólogo Enrique Zuleta Puceiro, insospechado de kirchnerismo, para quien:
“En los sistemas parlamentarios, los cargos ejecutivos derivan su investidura de una fuente única de legitimidad: el mandato popular recibido a través de las elecciones legislativas. A nadie sorprendería que los ministros o los alcaldes de un país europeo desciendan periódicamente a la arena electoral a revalidar sus mandatos en elecciones parlamentarias. Elena Salgado –ministra de Economía del Gabinete español– es diputada y, ante una elección legislativa, debe encabezar las listas del PSOE en su circunscripción. Nadie espera que deje luego su cargo ejecutivo. Se sabe que su banca recién ganada será ocupada por quien le suceda en la lista cerrada y bloqueada que encabece en su provincia. No hay en esto nada exótico ni antidemocrático” (Critica, 10-4-09).
Al criterio que se trata de la “violación de los contratos” contraídos por la gente y “una maniobra tramposa y engañosa” ya que los “testimoniales” no ocuparán los puestos para los que van en la boleta se aplica perfectamente el razonamiento de Zuleta Puceiro. Sin embargo, ante tanta irritación de medios y oposición, que en realidad ven peligrar la posibilidad de “un gran golpe” contra el proyecto nacional y popular en marcha, y seria necio subestimar su incansable trabajo para enfrentar cualquier amenaza a su plan, podriamos agregar algo. El “contrato” del actual gobierno, iniciado por Néstor Kirchner y plebiscitado popularmente con Cristina Kirchner, es con un programa y una gestión.
Finalmente, queremos especialmente dirigirnos a quienes pretenden hacer política desde la antipolítica, muchos de los cuales en estos días han reivindicado con lagrimas de cocodrilo el mensaje de diálogo, debate y consenso de Raúl Alfonsín, pero han olvidado el contenido de categorías tan caras al ex presidente.
La creación del consenso se asienta sobre dos ejes: por un lado, el dialogo constructivo y el fuerte debate para no ceder en las cuestiones de fondo o de principios, dos caras de la misma moneda; y por otro lado, mucho mejor si es resultado de lo anterior, en la construcción de las mayorías parlamentarias y legislativas necesarias para gobernar, es decir cumplir con los programas votados, el famoso “contrato” al que ya hicimos referencia. No tiene nada pecaminoso pretender mejorar las posiciones de cada uno, y con más razón del partido oficial, para ayudar a que se cumplan los compromisos.
En todo caso, de lo que se trata es de tener claros cuales son los límites legales y morales en la legitimación de los gobernantes y la construcción de las mayorías parlamentarias. Pero no es eso lo que están planteando los medios y la oposición.