No voy a emitir un discurso, ni a escribir un manifiesto. Pero sí algunas puntualizaciones. Porque no se puede mirar para otro lado…
1) Estoy muy lejos del ambientalismo/ecologismo bobo. Si por ellos fuera deberíamos volver a la caza y la pesca; sin hablar de las ONG’s, que responden a intereses de sectores o países determinados.
2) Repudio, aún mas –porque es más dañina, tiene mayor poder, y expresa un sistema de explotación que combatiré toda mi vida– la depredación capitalista, que destruye el medio ambiente y mata gente necesitada de trabajar. Alguien –no dudo que con buena intención– se preguntó públicamente esta semana “¿Que obrero trabajaría en un lugar donde lo envenenen?”.
Es un grave error pensar que la respuesta es ninguno.
Hay miles, millones si tomamos el mundo que harían exactamente eso si no tienen otra posibilidad de subsistencia propia y familiar. Y los hubo desde incluso antes del sistema capitalista. En la literatura y en el cine –no precisamente “revolucionario” ni “extremista”– hay centenas de ejemplos, basados en hechos reales, de pueblos enteros –ya no sólo de trabajadores individuales– que resisten las acciones contra empresas contaminantes, que los envenenan a ellos Y A SUS FAMILIAS, porque necesitan el trabajo; aún ESE trabajo.
3) En estos casos el análisis es simple: ¿Cuál es el real impacto ambiental, y sobre la salud de la población, que tiene una actividad productiva; en este caso la minera? ¿Cuál es el beneficio que reporta? Tal vez si en La Rioja o Catamarca le aseguran a la población décadas de educación, salud, vivienda y trabajo cabría la posibilidad de hacer un cálculo costo-beneficio, implicando en el costo algún desorden ambiental. Pero el presente no es el caso. Las grandes empresas de explotación minera se llevan todo y no dejan nada más que destrucción.
4) Es cierto: “Menem lo hizo”. Pero también es cierto que no se ha producido ningún cambio desde que se fue; ni siquiera con este gobierno que apoyo, integro, y considero –en el rumbo general– nacional y popular.
5) Jamás avalaré ni admitiré con mi silencio que se reprima a un pueblo que con 100, 50, 25 o 0 % de razón reclama sin violencia ante los gobernantes que eligió.
6) No voy a admitir que me vengan con argumentos al estilo de que “esto lo usa el enemigo”, o los medios concentrados que jamás se ocupan de estos temas, entre otros similares. Sin duda que lo usan. Pero también es cierto de que el argumento es legítimo. De modo que no impide –de hecho, sería seguimiento incondicional permitir que impidiera– que lo PODAMOS, LO DEBAMOS, UTILIZAR NOSOTROS, LOS QUE, EN GENERAL, APOYAMOS. Se crece con la crítica constructiva; no con la obsecuencia y el silencio. En vez de asustarse (o cuidar la parte que les toca del despojo), ¿no sería propio de este proceso nacional y popular aprovechar la fuerza del reclamo del propio pueblo para encarar las transformaciones de fondo que necesitamos como país y como pueblo en la legislación minera?
En síntesis: NO a la represión; debate y análisis serio de los respectivos impactos ambientales. Y, sobre todo, que nuestro gobierno nacional impulse una nueva legislación minera, que proteja nuestros recursos naturales y la salud de nuestro pueblo de la codicia destructora de algunos pocos. Que cuando decidamos explotar esos recursos sea para beneficio de la población en conjunto y de la Patria; de las actuales y las nuevas generaciones.