La lucha en Chile alcanza hoy un nuevo escalón con el paro y movilización convocado por la Central Única de Trabajadores (CUT) y un amplio abanico de organizaciones sociales.
Abundan las semejanzas entre aquel formidable movimiento social y político que fue el Mayo francés y lo que está ocurriendo en Chile, aunque también son notorias las diferencias. Como entonces en la capital de Francia, en Santiago la revuelta la empezaron los estudiantes, después se sumaron los trabajadores y finalmente todas las fuerzas de la oposición. Hoy como ayer se enfrentan a los gobiernos, a la policía brava y a la mayoría de los medios. Los franceses decían que ser realistas era pedir lo imposible; los chilenos parece que también, ya que no se ve cómo una burguesía tan avara y egoísta como la trasandina habrá de conceder la educación gratuita, origen y núcleo del reclamo. Los estudiantes parisinos consagraron una consigna maravillosa: “Debajo de los adoquines está la playa”, frase que cualquiera que alguna vez haya levantado un adoquín de la calle para arrojárselo a los esbirros de la dictadura comprende muy bien, ya que debajo de todos los adoquines del mundo hay arena. Hace 42 años y 3 meses los franceses se levantaron contra el unicato representado por el general Charles De Gaulle, héroe de guerra y héroe de Francia, mentor de “la grandeur” y heredero cultural de Napoleón, de la Enciclopedia y de los Curie. En Chile gobierna un módico multimillonario que ha podido subirse al poder tras el fracaso de la socialdemocracia chilena, capítulo latinoamericano del fracaso mundial del puño y la rosa. Los chilenos empezaron por la educación y encendieron la chispa. Ahora la mayoría de los chilenos piden, además, trabajo, integración social, igualdad, dignidad. Son realistas y piden, por eso, lo imposible, ya que pedirle eso a la burguesía chilena es casi una ingenuidad. Ayer los franceses reclaman participación, integración de los inmigrantes, igualdad, dignidad. A su manera también eran realistas, o ingenuos, según se mire. Más allá de la similitud de los reclamos y de la enorme diferencia de estatura entre Charles De Gaulle y Salvador Piñera, queda lo sustantivo: un pueblo sometido a una injusticia histórica, otrora cuna del partido Comunista más fuerte de la región, donde militó Pablo Neruda, y de una socialdemocracia que alguna vez encabezó Salvador Allende, ve que ya no tiene una conducción política que los guíe hacia objetivos comunes y compartidos. Los franceses tampoco la tenían, porque su PC era eurocomunista y su socialismo estaba a tantos miles de kilómetros del socialismo chileno de los 70′ como Piñera de De Gaulle. ¿Podrá la revuelta chilena encontrar una conducción política a su medida? La misma pregunta deben estar haciéndose los indignados de España, de Libia, de Siria, de Egipto y de todos los pueblos que luchan por sus derechos. Si son realistas continuarán pidiendo lo imposible.