Hace pocas horas fue la despedida de Emilio Anzorena, en el cementerio de la Chacarita.
En las redes, particularmente en Facebook, los comunistas porteños despidieron a un mendocino, cuyo nombre tal vez sea desconocido aquí y allá. De todos, rescato, particularmente el homenaje de Quique Guglielmotti, quien creó un breve pero contundente video que esbozó un panorama de una trayectoria de lucha.
Yo solo quiero aportar un rasgo, al parecer pequeño, pero que muestra otra faceta de su sacrificado compromiso.
Una tarde de invierno, creo que de 1975, en plena ola de ataques de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) de Isabel y López Rega, me acerqué a su lugar de trabajo, en un banco privado, en pleno microcentro.
Patricio Echegaray, entonces responsable de Relaciones Políticas de la Federación Juvenil Comunista, comisión que yo integraba hacía un par de años, me había pedido que le hiciera una propuesta en nombre de la Fede: nada menos que abandonar su trabajo –estable y seguro, con un muy buen sueldo– para incorporarse a la Comisión que se encargaba fundamentalmente del vínculo y las acciones conjuntas con las Juventudes Políticas.
Pensó y tal vez consultó con compañera –quien, junto a su familia debía acompañarlo en las consecuencias de semejante decisión– pero no lo dudó.
Así iniciamos un largo camino. Una de cuyas primeras actividades, en febrero de 1976, fue participar juntos en la Comisión Organizadora del frustrado acto de homenaje al triunfo del 11 de marzo de 1973. Fueron tiempos de bravos intercambios, en los que participaron figuras como el “Colorado” Jorge Teste y Alicia Eguren de Cooke, secuestrados y desaparecidos en noviembre de 1976 y enero de 1977, respectivamente.
Ya en plena dictadura, con la decisión de la FJC de apuntalar el trabajo en defensa de presos y reclamar por los desaparecidos, asumió como su responsable en la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, al frente de su Departamento Juvenil. Allí fue organizador y protagonista de los encuentros que se realizaron anualmente desde el mismo año 1976.
Conservo los facsímiles de los prontuarios dictatoriales que conocimos gracias a su desclasificación por Cristina Caamaño, cuando fue interventora de la SIDE/AFI, en los que tenemos el honor de compartir un lugar en la preocupada atención de los servicios de inteligencia.
Lo demás es historia. Una historia poco conocida y heroicamente anónima, como la de tantos militantes tan entregados como todavía anónimos . Es la historia que tal vez se haya comenzado a rescatar, con sus facetas de de solidaridad internacional –a la que el PC ofrendó tantos de sus hombres y mujeres– y que merecen ser reveladas y difundidas.
Todavía aquí, querido Emilio, te abrazo desde el corazón.
