Ezequiel Murmis analiza Secretos en Rojo, de Alberto Nadra

Ezequiel Murmis

Hace pocos días se realizó la presentación de la tercera edición, corregida y ampliada, de Secretos en Rojo. Un militante entre dos siglos, con una mesa de claro perfil académico. Aquí, la desgrabación de la contundente intervención de Ezequiel Murmis, sociólogo, Doctorado en Historia,  docente e investigador del Instituto Dr. Emilio Ravignani, UBA.

Primero, quisiera agradecer a Alberto por invitarme a presentar su libro, es verdaderamente un gusto estar acá compartiendo algunas reflexiones sobre la historia del comunismo argentino.

Había leído este libro cuando se publicó hace más una década y siempre es interesante una relectura, no solo por los tiempos que cambian sino por lo que uno va cambiando también.

En ese entonces, me había impactado algo que aún me impacta: la forma en que Alberto trata la cuestión de las armas en los años ’60-70. Un “secreto” a voces que choca con la forma en que la historiografía (y el debate público) analizó la actividad del PC en aquellos años de intensificación de la lucha de clases, radicalización política y mutación de las identidades políticas. Es una cuestión que debemos tomar para seguir ajustando el análisis y las interpretaciones acerca del lugar que ocupó el comunismo en la historia nacional y latinoamericana.


Esto es importante, porque en definitiva algo de lo que motiva la publicación de este libro es recuperar la historia del PC para reubicarlo en su real dimensión, en los alcances de su influencia en el medio social. En definitiva, hay un punto de contacto entre su interés y el que tenemos quienes investigamos a este sujeto social. Quizá podamos coincidir con un aporte de Gramsci, que sostiene que contar la historia de un partido es también una forma de contar la historia nacional, aunque sea desde un punto de vista monográfico.

Decía que en ese trabajo de relectura entran en tensión los cambios de uno mismo y los cambios en el escenario social. Cuando leí este libro hace diez años, la palabra comunismo todavía estaba restringida a un espacio reducido que podríamos nombrar, como Traverso, un espacio de melancolía de izquierdas. Considero que hoy día, aunque parezca una sobredimensión del fenómeno, el comunismo vuelve a estimular la imaginación política. Probablemente vuelva a estimular más la imaginación política de sus detractores que de sus promotores, pero es indudable que el significante “comunismo” (tergiversado, manoseado, incomprendido, lo que fuera) volvió a irrumpir en el debate público,

-tanto por la ferocidad discursiva de las derechas que crecieron en la última década librando la llamada “batalla cultural”

-tanto por el estallido de guerras que tienen de fondo la disolución de la URSS y las tensiones de la OTAN en proceso de expansión de 1991 (me refiero a las guerras en el Cáucaso y la más determinante entre Rusia y Ucrania)

-tanto por el aumento de las tensiones entre China y EE. UU., que alimenta el debate en torno a la vigencia o no de la Guerra Fría en las condiciones actuales.

También se revalúan en la actualidad los términos de la liberación y el antiimperialismo a la luz del movimiento internacional en defensa de Palestina, los procesos de liberación del tutelaje francés en África (Burkina Faso, Mali, Níger, Madagascar) o la renovada ofensiva norteamericana en nuestro continente (sea el caso de Panamá, la expulsión de migrantes, la injerencia económica y política en nuestro país y, obviamente, la movilización del portaaviones Gerald Ford en las aguas del Caribe poniendo nuevamente en el centro de la política regional la amenaza de intervenciones militares para resguardar lo que hoy llaman “vecindad”). Es decir, una ofensiva que nos muestra cómo la política exterior norteamericana del siglo XIX en adelante (la doctrina Monroe de “América para los americanos”, la doctrina Roosevelt del “buen vecino”, la doctrina Truman de lucha contra el comunismo, y las posteriores luchas contra el terrorismo y luego contra el narcotráfico) se mastica y recicla como parte de una misma política de disputa por la hegemonía en las relaciones internacionales.

Por lo tanto, leer este libro en 2025 tiene todo un nuevo significado en tanto se inscribe en una evidente coyuntura crítica que nos pone a las puertas de una transición histórica en base a la clausura del período de la posguerra fría, en donde se pone en cuestión la hegemonía norteamericana de 1991 hasta estos días, y emerge un orden mundial no hegemónico. Ahí es donde se inscriben las guerras, la radicalización de los discursos y la irrupción intempestiva del concepto de comunismo.

Esta situación general es la que nos abre un sinfín de puntas para pensar el pasado y el presente como un “tiempo-ahora”, un jetztzeit al decir de Walter Benjamin, un tiempo en el que se mezclan sus distintas dimensiones, conviviendo los problemas del presente con los fantasmas del pasado. ¿Qué quiero decir con esto? Que el retorno de esos viejos fantasmas son una “reaparición”, una “manifestación” que desincroniza el tiempo enlazando con una enorme densidad, valga la redundancia, los tiempos del tiempo.

De hecho, el subtítulo del libro es “un militante entre dos siglos”. Quizás Alberto encarne en su individualidad los términos de la última transición histórica, la del derrumbe de la URSS, de la guerra fría y del siglo XX. Esta reedición seguramente tenga mucho para aportar a la reflexión acerca de esta nueva transición que estamos atravesando.

Pero vayamos ahora al título del libro: de “secretos en rojo” voy a proceder a una decoloración para centrarme un segundito en los secretos. El libro tiene, como plato fuerte, la revelación de secretos que envolvieron la actividad del PC. Entre ellos, la revelación de la existencia de un aparato político militar que funcionaba en paralelo a la política pública de la organización. Y, de ahí, a las historias de tensión entre el PC y la Cuba revolucionaria en torno al foquismo y, especialmente, a la de los vínculos subrepticios entre el Che y la militancia comunista. Esto es de un impacto político e historiográfico muy fuerte:


Este libro se suma a otros trabajos que ya habían comenzado a esbozar tímidamente esta perspectiva, pero tiene el valor de reunir un conjunto de historias que no habían salido a la luz y de dedicarle un espacio importante, mostrando que no se trató de experiencias aisladas. Hoy día, nadie que intente reflexionar en torno al PC puede ignorar esta cuestión. En todo caso, lo que abre es nuevas formas para pensar el sujeto y su actividad.

De hecho, hasta estos años, se afirmó y reafirmó al PC como parte de la izquierda “no armada” en Argentina. En base a ese axioma, se interpretó que aquella fue la razón por la cual se explican las sangrías que vivió en 1963 y 1967-68. También en base a ello se interpretó el surgimiento de la “nueva izquierda”, que es un concepto que me parece útil para determinados fines, pero que presenta falencias dado que:

Ni el PC rechazó de cuajo la opción armada ni el PC se mantuvo estático en su oposición al peronismo, al menos en los términos de 1945-46. Como diríamos en sociología, “es más complejo”.

Al fin y al cabo, con este libro nos encontramos con un PC con muchas más capas que aquellas que nos presentan su historia en base a los documentos públicos o la actividad de sus dirigentes. Nos queda un PC que públicamente rechazaba el aventurerismo de las armas, la actividad terrorista, que pivoteaba con la aceptación de los lineamientos pacifistas de la URSS pero que, inscripto en la realidad argentina y latinoamericana, se formaba en el manejo de diversos repertorios y actuó en base a ellos en numerosas ocasiones.

Por último, quisiera destacar un aspecto en relación al tono de este libro. La idea de secretos ya es de por sí muy atractiva para el lector. Pero en la sumersión en los aspectos ocultos, nos encontramos en realidad con lo humano. Las memorias militantes tienen ese valor de mostrarnos qué piensa el individuo, que es una palabra que se mira con recelo en la militancia. Persiste esa idea sacralizada de eliminar la individualidad en pos de la formación del sujeto colectivo. Es altamente valorable aquello, pero también es cierto que aún en el sujeto colectivo, no debe descuidarse la individualidad, la subjetividad. Porque, no seamos ingenuos, ¿cuántos rotos quedan en el camino en nombre del colectivo? Tenemos una palabra horrible para nombrarlos: “fundidos”. Creo que el libro incluye sin explicitarlo tanto, una reflexión en torno a ello y espero que podamos estar atentos en este siglo XXI: hay que construir el sujeto colectivo, pero también hay que cuidar a la militancia… porque la necesitamos. En todo caso, “que se doble pero que no se rompa” (dando vuelta a Leandro Alem)

El libro no es una autobiografía, pero si deja el rostro humano y personal de una experiencia colectiva. Alberto hace esta apertura a cielo abierto de sus ideas, sus dolores, sus frustraciones y motivaciones. Alberto se hace cargo y carne de esos golpes. Y aunque duela, hay algo bello en ese rostro: porque Alberto usó la escritura como acto de supervivencia, para sublimar el trauma, para lidiar con la carga emocional que implica haber vivido o sido testigo de procesos lesivos. Es decir, es desgarramiento, pero también cura y un paso a la reinvención de los sueños. Porque, al fin y al cabo, el saldo de algunas cuentas personales (que el libro las tiene) se enlaza con el objetivo de mantener viva una historia, promover el pensamiento crítico y establecer, a través de la transmisión de relatos, un diálogo intergeneracional que se cristaliza, por ejemplo, en esta misma mesa.

Muchas gracias.

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