Cualquier observador coincide en la gravedad que para la Argentina y sus relaciones con el mundo, políticas y comerciales, tiene que un informe de la CIA advierta públicamente, con la ratificación verbal de su jefe, León Panetta, que la Argentina será “severamente castigada por la crisis financiera internacional” y que el país esta en riesgo de sufrir “seria inestabilidad” y “caer en una corriente populista similar a la de estados como Ecuador, Bolivia y Venezuela”.
Tampoco la fuerte reacción del Gobierno nacional, y muchos dirigentes no oficialistas, simplemente sensatos e interesados en que enfrentemos exitosamente la crisis, aunque sus propuestas sean otras. El canciller Jorge Taiana dijo que se trata de “una inaceptable injerencia en nuestras cuestiones internas”, subrayó que “fueron declaraciones irresponsables” y por orden de la Presidenta convocó al embajador de los Estados Unidos en Argentina, Earl Anthony Wayne, para que “de explicaciones” del caso.
Lo inexplicable, más allá de sus excelentes y fluidas relaciones con la embajada de Estados Unidos, cualquiera sea el Presidente de aquél país, es que, en su histérico rencor por los Kirchner, Joaquín Morales Solá lo justifique en La Nación de hoy y ponga toda la responsabilidad en cabeza de la primer mandataria y su esposo, a quienes como siempre, y como un hecho indiscutible, presenta como cogobernando el país.
“Los Kirchner –dice–suelen dramatizar cualquier referencia de Washington a la Argentina. No se sabe si eso sucede porque la opinión de los Estados Unidos los preocupa más de lo que están dispuestos a aceptar o si, en cambio, siguen usando cualquier alusión washingtoniana para envolverse en la retórica del rentable nacionalismo” y directamente bendice el informe: “Todos los servicios de informaciones extranjeros están haciendo, seguramente, evaluaciones sobre el impacto de la crisis mundial en distintos países del mundo. La única diferencia consiste en que la agencia norteamericana ha decidido difundir sus estimaciones. Y eso es precisamente lo que los Kirchner, encandilados siempre por el qué dirán, no están dispuestos a aceptar”.
Más adelante, Morales Solá añade que “El matrimonio presidencial debería preguntarse, a su vez, por qué siempre, y sobre todo en los últimos tiempos, los observadores extranjeros vinculan a la Argentina con Venezuela y Ecuador, ambos países gobernados por presidentes nulamente previsibles en este mundo. Ese es el problema de fondo”. Todo un patriota, al que –en este caso— no le preocupan las consecuencias económicas, la sensibilidad de los famosos y esquivos “inversores” con los que nos bombardea cotidianamente.