Clarín diariamente emite notas de opinión, propias y ajenas, vacías de argumentos pero con titulares cargados de furor, para enfrentar el proyecto que limitará seriamente su actual poder económico y político Hoy, Pág. 2, elige para la tarea a su Editor General Adjunto. Ricardo Roa, cuya juventud algunos recuerdan por su relativa habilidad en el manejo de la cachiporra cuando militaba en la redacción de El Descamisado, órgano de de la JP Regionales, y vocero oficioso de Montoneros.
Curiosamente, con categorías de época, pero para proteger, o enfrentar, todo lo contrario, elige atacar la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual recubierto con una patina de aquellos tiempos: “Amparados en la épica progresista de los 70 –dice, con la firmeza de su puesto– los Kirchner encubren una práctica clásica de la ultraderecha: confiscar el espacio del periodismo. Los argumentos son de izquierda: democratizar y combatir los monopolios. El modelo, bien de derecha: manejar la agenda y la información desde el Estado. Que la sociedad escuche pero no hable. Ningún contrapoder para limitar al Gobierno. Un aparato estatal copiado del esquema franquista y chavista. A dos años de las elecciones, los K se apuran para que haya más propaganda y menos periodismo. El periodismo real es otra cosa. Y es la mejor vacuna contra el fascismo”. Nada más y nada menos. Increíble, pero real.
Roa, obviamente, omite aclarar que “otra cosa” es o debe ser el periodismo, ni cual fue la prédica, ya no digamos la “vacuna, que ofreció Clarín a la sociedad durante su fructífera relación con el “fascismo” dictatorial entre 1976/82.