La magister Victoria Bona, investigadora y docente de la Universidad Nacional de Rosario, fue panelista en la presentación de la tercera edición de Secretos en Rojo, un militante entre dos siglos, junto al Dr. Ezequiel Murmis (https://albertonadra.com.ar/ezequiel-murmis-analiza-secretos-en-rojo-de-alberto-nadra/) y la Lic. María José Clavijo. La mesa, de claro perfil académico, sumó al rigor profesional de Bona su visión desde su compromiso como militante comunista y gremial.
En primer lugar quiero decir que estoy profundamente agradecida y sinceramente contenta de la tarea que hoy nos convoca; de la confianza de Alberto para llevarla adelante; de encontrarme con colegas, camaradas y compañeros, y fundamentalmente de haber tenido el gusto de pasear una vez más por la memoria escrita de Alberto Nadra y, Nadra mediante, por la memoria de muchos otros y muchas otras.
En segundo lugar quiero felicitar al autor por decidir realizar una tercera edición y llevar esta tarea adelante. Alberto Nadra está formado en la testarudez, la sensibilidad y el obstinado optimismo del Partido Comunista, le guste o no le guste al Partido Comunista, al propio Alberto o a quien sea. Creo que este libro deja ver, entre otras cosas de las que voy a hablar en un instante, que Alberto le dio al PC sus mejores años y la formación en el PC le dio a Alberto, además de dolores de cabeza, esa tenacidad con la que encara la vida y la militancia: ese ánimo de decir “una vez más”, “mejoremos esto”; “agreguemos aquello”. Incluso en contextos hostiles; como si estuviera convencido de que la flor que crece en la adversidad es la más fuerte y valiente de todas. Por eso lo felicito y por eso estoy contenta y celebro esta ocasión.
En tercer lugar, voy a hablar del libro, ya que ese es mi trabajo y lo que efectivamente me convoca. Pero el asunto es que para hablar del libro es necesario poder explicitar desde dónde voy a hablar del libro. Entonces voy a contar que antes de llegar a Secretos en rojo yo conocí primero el mito de Nadra o más bien de los Nadra. Después, en un segundo lugar, conocí a Alberto como testimoniante para mi investigación sobre la historia reciente del Partido Comunista y recién después, en tercer lugar, leí las anécdotas, los relatos, los secretos, en el libro. De modo que en el libro encontré un orden y, por lo tanto, una explicación sobre el mito. Esto supone, entonces, una primera operación que hace el libro que es distinguir el mito del secreto.

Digo esto porque me acerqué a Alberto para entender al PC, conocer sus secretos e interrogar sus mitos. Y eso, justamente, es lo que busca y logra, aunque desde otra perspectiva, Secretos en rojo. El libro se inscribe en un terreno de disputa; un terreno de disputa historiográfica y política en tres direcciones: explicita una cruzada con la dirección partidaria de la segunda mitad de los ochenta, discute con la literatura profesional y académica que no recoge las experiencias militantes y reacciona ante un sentido común académico y extra académico que podemos llamar “anti PC”. Y sin embargo el libro no establece una revancha ni con la dirección de aquel PC, ni con los historiadoras e historiadores, ni con las izquierdas anti PC: sino que invita a la autocrítica y alienta a la reflexión. Quienes militamos en el PC, sabemos que esa autocrítica tan necesaria se ha convertido muchas veces en el motor de la descomposición de una memoria partidaria que recuerde a sus más heroicos compañeros. Por lo cual yo imagino que debe ser un gran orgullo para Alberto saber que su libro sobre el partido se destaca por lo contrario. Secretos en rojo expone contradicciones y lo hace desde las entrañas con toda seriedad: evitando idealizaciones a la vez que huracanes destructivos, pero sosteniendo un punto de vista conflictivo sobre procesos ríspidos, complicados y muchas veces dolorosos. Entonces, en segundo término, podemos decir que Secretos reivindica sin revanchismos, pero con tenacidad (y en ese sentido funciona como homenaje) a aquellos que ayer lucharon y hoy todavía luchan.
En Secretos en rojo Alberto entonces asume la posta, reconstruye (en base a su memoria, a otra bibliografía, a documentos que van desde cartas hasta resoluciones partidarias y artículos de prensa) una historia fragmentaria del Partido Comunista. Se sirve del historiador y del sociólogo que lleva adentro, del periodista, pero fundamentalmente del militante: él mismo en las primeras páginas está preocupado por eso; se sabe periodista, pero no se sabe literato; entonces le preocupa su prosa. Creo yo que es allí cuando nace, aparece el narrador y lo hace de la mano del militante. Hace algunos días dije que Secretos involucra diferentes historias del PCA desde la perspectiva de quien “estuvo allí” como militante, como dirigente, de quien ‘sabe porque lo vivió’ o porque conoció a alguien que lo vivió. Esa es la voz envolvente y seductora del libro. Esa es la voz, en mi humilde opinión, más atrapante de Alberto, la de un hombre que relata sus cruzadas y las enlaza con una vida social más amplia y difícil, pero una vida social que, a fin de cuantas, vale la pena ser vivida en tanto se luche (con otros, claro) para transformarla. En ese sentido, si en los términos de Benjamin vivimos en un contexto donde la erosión de la memoria y la experiencia ponen en peligro la narración como forma de transmisión, el libro de Alberto se sostiene firme en el camino inverso.
En cuarto término quiero decir que, si hoy tenemos el gusto de presentar Secretos en rojo en su tercera edición corregida y aumentada ello requiere una explicación. Podríamos preguntarnos por qué un libro sobre comunismo tiene su tercera edición. Y creo que una de las claves explicativas de ello es que, si el libro fue bienvenido más de una vez, es porque se trata de un libro arbóreo y no sectario. Así tal cual como Nadra pensó y construyó este texto es como piensa la política y la organización de los y las que luchan, ¿verdad? Un libro que presenta en cada uno de los problemas que aborda diferentes aristas de lo que el autor considera un mismo movimiento: el movimiento popular y revolucionario de la Argentina. Siguiendo la idea o la metáfora de lo arbóreo, Secretos logra identificar las ramas, las hojas y los gajos que más lejanas o más cercanas entre sí conforman el gran árbol de la lucha popular antiimperialista por el socialismo.
Entonces el lector o, como en este caso, la lectora pueden mirar desde la mirilla del Partido Comunista e identificar un compromiso con las luchas sociales y populares en que este estuvo en discusión, en disputa o codo a codo con otras expresiones de la izquierda en la historia argentina.
Entonces, me refiero como segunda metáfora y quinto elemento de este libro a la idea de mirilla por dos razones: primero porque el de este libro es un punto de vista delimitado, serio y honesto: se mira desde un lugar, desde la perspectiva del PC; pero de un PC, como señalaba antes, abierto a otras fuerzas sociales, a los caminos que se cruzan con militantes y a un conjunto social activo. En sus cuatro partes el libro recorre experiencias en las que el PCA participa de acciones armadas urbanas y rurales y aporta a la lucha y resistencia más allá de las fronteras del propio partido y las fronteras nacionales. Como las colaboraciones con el proyecto del Che de militantes con diferentes trayectorias en acuerdo y oposición a la dirección de nuestro partido; como la resistencia de los trabajadores del Chaco cuando el Estado asume en sus manos -con toda violencia- el mandato del capital y reclama a los indios como mercancía – fuerza de trabajo; como cuando Alberto impulsa la organización de las juventudes de diferentes tendencias para construir una alternativa a la barbarie; como cuando los y las abogadas del PCA se ponen a la cabeza de denunciar que el Alfonsinismo, aquella “década ganada para los derechos humanos” perpetuaba la represión de la militancia y se cobraba la vida de camaradas como Coco, Fredy y otros que aparecen en uno de los anexos del libro. Por eso una mirilla: una mirilla del siglo entre siglos, de la movilización política, de las resistencias.
Me refiero en segundo término a la metáfora de mirilla porque ello explica algo fundamental del libro: que se trata de secretos. Globalmente, la cultura comunista tiene una importante característica vinculada al elemento o atributo de “el secreto de partido”. Se trata de una idea de destacada continuidad en la historia de los PCs del mundo, de nuestra historia: el tema del secretismo comunista. Esta cultura del secreto, esta cultura del maletín negro, de que una o uno es dueña del secreto partidario, de que aun cuando no lo conoce vela por resguardarlo y debe contribuir a que el secreto no se derrame tiene varias aristas: la primera es cuando el secreto funciona como herramienta de seguridad, de protección. El secreto conspirativo ha dado como fruto una importante guarda en los muchos (muchísimos) momentos de clandestinidad que sufrió el PCA. Cuando ese aspecto de la cultura comunista se une a la experiencia de la clandestinidad, lo que no se dice funciona como caparazón que protege a la organización y al mismo tiempo la moraliza. De allí ese esfuerzo que la militancia hace de conjunto: saben las y los militantes que el compañero, que la compañera tiene un secreto que no se nos debe develar, que no tiene que decir aquello que sabe, que el hecho de no saber un secreto supone una protección para sí mismo, para los demás y para todo aquello que involucra “al partido”. El reconocimiento de ello alienta a la moral revolucionaria.
Pero el secreto es, otras veces, un secreto burocrático; es el secreto del centralismo sin democracia; el del castigo a quien tiene una diferencia hacia adentro; el secreto del monolitismo; el que tras la metáfora de “golpear como un solo puño” oculta la diversidad de ideas, de expectativas y, en definitiva, de sueños. Y recordémoslo: los sueños son constitutivos del motor del “para qué”, del para qué militamos. Ese secreto no es absurdo, tiene sus lógicas; es pragmático y está vaciado de todo su contenido: tiene puramente valor como herramienta de aparatismo: no salva vidas; sino que se sirve del otro secreto (de aquel secreto necesario) para construir al partido como religión, como ya dijo el papá de Alberto en La religión de los ateos.

En este último sentido, los secretos que revela este libro suponen una apuesta de combate contra el olvido. Sobre los secretos se construyen mentiras y este es un libro de muy francas posiciones. En esa clave, el libro pone en palabras sueños al mismo tiempo que contempla sus límites objetivos y piensa desde allí la autocrítica. Esta es una operación muy importante: en una misma sección el libro recoge una experiencia de combatividad con brutales consecuencias y las contrapone con los límites del secretismo burocrático. Por ejemplo, en la página 115 relata cómo con la movilización contra invasión de Estados Unidos a Santo Domingo en 1965 el grupo de autodefensa de La Fede se las dio con la policía y heroicamente allí dejó su vida Daniel Grimbank. Y en la misma página, con un espaciado mediante señala algunos de los límites con los que se encontraron hacia adentro del partido los militantes y dirigentes que quisieron llevar adelante transformaciones en la política, la línea y la estrategia.
¿Porque esto es importante? Porque con este recurso el libro logra capturar contradicciones, indeterminaciones, dificultades propias de la vida social real, de la experiencia específica de la organización partidaria. Escapa a las caracterizaciones prístinas, determinantes, y supuestamente “precisas” que al fin y al cabo resultan falsas y están lejos de mostrar al partido en toda su riqueza.
Secretos sí asume esas contradicciones y el desafía de mostrar al partido en toda su complejidad. Lo hace con los sentimientos adentro. Desde su historia personal, cuando Alberto transmite cómo se sintió en discusiones subidas de tono con Patricio Echegaray, prioriza explicar la dimensión política de la discusión. Cuando con emotividad recibe de un amigo y compañero la pequeña estrella roja que portaba el Che Guevara en su boina, lo hace para dar cuenta de la trama social en la que ese hecho es relevante.
Estos elementos que he señalado: el carácter arbóreo del libro y de la mirada de Alberto sobre la política y las alianzas; la metodología de la mirilla; la estrategia de un balance político que no olvide que todo lo que se juega se juega por un horizonte que encuentre a una sociedad mejor, superior, socialista; todos esos elementos dan cuenta que para Alberto el partido al que él y su familia dedicaron sus mejores años, todos sus esfuerzos y recursos es una herramienta. El problema de la unidad en la experiencia política del Alberto nos pone frente a una posición en la que el Partido Comunista es un arma y no un templo. Una contingencia como institución y un heroico cúmulo de luchas como experiencias.
Alberto presenta en este libro sus convicciones y de cuenta de su propia historia, de una vida incansable que supuso una constante guerra de posiciones en la que siempre, siempre, buscó avanzar con sus secretos hacia un horizonte rojo.
