1983-2013: la militancia juvenil, ayer y hoy

Al cumplirse 30 años de la recuperación de la democracia, la revista Caras y Caretas
me entrevistó acerca de la militancia en aquellos y estos días. Aquí las preguntas y mis respuestas
.

¿Qué diferencias ves entre la militancia de los ‘80 -con el regreso de la democracia- y la de hoy en día?

Entre muchos factores para discutir, destaco una valoración mucho más madura de la política como instrumento de transformación de la realidad, aunque sin perder de vista que es en un proceso dificultoso, con avances y retrocesos durante la democracia y teniendo que hacer frente a las heridas de la dictadura que aún hoy hacen mella.

Después de la demonización de la militancia en los ’70, en los ’80 surgió la idea de que la vieja militancia había sido (para decirlo suavemente) ingenua, y que la democracia sería una solución casi mágica a los problemas heredados. Pero la situación era mucho más compleja: la “cadena de formación de cuadros” había quedado destruida por el extermino de la dictadura. Después de la breve fiesta del retorno a la democracia, se combinaron potenciales militantes desorientados, primero y crecientemente desilusionados, después, por el enfoque empresarial y clientelar de la política nacional, que hoy subsiste en no pocos casos.

Comparando esto con hoy en día: se ha superado bastante la apatía reinante en los ’90. También reaparecen una fuerte voluntad de participación y la reconstrucción de una mística, aunque con cierta idealización de nuestra experiencia, la de los “setentistas”, que tenemos la obligación de esclarecer.

Como militante político ¿de qué manera procesaste el descreimiento del 2001 fruto del fin del gobierno de la Alianza, materializado en la consigna “que se vayan todos”?

Como un resultado natural de la sensación de vaciamiento e inutilidad de las instituciones que tenía la población; pero también con la gran preocupación de que esa sensación, basada en una realidad, paradójicamente “les hacía el juego” a los “dueños de la argentina”: la militancia, la política y la misma democracia que tantos dolores de cabeza les dieran en su momento estaban siendo reemplazadas por un “que se vayan todos”, que les permitía camuflarse tras la bronca popular y beneficiarse con la falta de política.

Algunos que posan de izquierdistas echaban fuego a la hoguera sumándose a esa consigna, creyendo que era el anticipo de “su tiempo”, o el delirio que vivíamos una “situación revolucionaria”.

Lo necesario no era que “se fueran todos” (algo imposible, en la realidad), sino de sino de echar (ya que solos jamás se van) a los responsables, cómplices y beneficiarios (que profundizaron) el modelo dependiente y rentístico, del capitalismo argentino, hegemonizado por el sector financiero, en desmedro del productivo.

¿Qué expectativas tenés hoy sobre la militancia política juvenil, estimulada desde el gobierno con medidas como el voto a partir de los dieciséis años? 

Muchas. Es con la militancia organizada que se pueden profundizar los pasos dados y, sobre todo, encarar medidas que ataquen al menos algunos elementos de la matriz capitalista –entre otros: renta financiera, minera, pesquera, petrolera– como parte de una drástica redistribución de los ingresos hacia los sectores más desprotegidos en forma directa (salario y creación de empleo) e indirecta (salud, vivienda, educación, asistencia).

Tras años de pérdidas profundas, parece atinado considerar que hemos ganado una década. Sin embargo, para que esa ganancia no se revierta hacia una nueva pérdida, es necesario consolidar lo alcanzado no vacilando en ir por más. Y esto es casi imposible sin realizar una convocatoria concreta y viable, con generosidad y convicción, para construir una fuerza político-social organizada y plural. Una convocatoria que incluya a las distintas culturas políticas que hoy están dispuestas a encarrilar la voluntad participativa de los jóvenes, capaces de enfrentar la resistencia a los cambios de corte nacional y popular, y ser la base movilizada que apoye su profundización. ¿Qué tarea más seductora y movilizadora para convocar, y unir, a las “viejas” y nuevas generaciones de militantes?

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