A 24 horas del terremoto político que causó la decisión de CFK, puede concluirse, aún con una cuota de incertidumbre, que ya impulsa una ampliación de la base política del Frente Patriótico, ahora para las futuras elecciones y, en su dinámica, como sustento para que un futuro gobierno popular pueda enfrentar la crítica situación en que el macrismo ha hundido al país.
Con ese objetivo, ya descolocó al oficialismo y al denominado “peronismo alternativo”, pero ante todo puso en evidencia que la ex presidente optó por un liderazgo estratégico, lo que supera ampliamente una decisión electoral.
El macrismo recibió la noticia con evidente desconcierto, al que siguió una suerte de triunfalismo con frases para su propia interna, al estilo de “no cambia nada” o, incluso, es “un regalo para nosotros”.
Más experimentada en profundizar las grietas y realizar el trabajo ajeno, la UCR oficial mostró su preocupación e inició una campaña de terror de la mano de Alfredo Cornejo y Hernán Lombardi. El primero, gobernador de Mendoza, afirmó que estamos ante “una trampa”, que “Es Cámpora al gobierno, Perón al Poder”, una “época nefasta en la que se incubó el Rodrigazo, la hiperinflación, una mega devaluación, un destrozo del aparato productivo y terminó en el golpe militar” El segundo, titular del Sistema de Medios, terminó de falsear la cronología y la historia: “terminamos en Isabel, Videla y la catástrofe”.
Clarín y La Prensa repiten estos argumentos, sin pudor alguno por haber sido los que impulsaron la proscripción de Perón, apoyaron la orientación neoliberal y la subordinación externa que la acompaño; como luego fueron voceros de la dictadura y, ahora, promotores del olvido de sus crímenes y el indulto a los genocidas.
Estos medios aportan sus propios enfoques para engrosar los oficialistas, y entre ellos destaca el ninguneo de la potencia política de la decisión de CFK: desvían la atención hacia “la difícil situación judicial”, que ellos mismos promueven, y le añaden “motivos personales”, como la enfermedad de su hija o la muerte de su madre. También se esfuerzan por impulsar versiones con las que esperan sembrar desaliento en el propio kirchnerismo, como recordar las conocidas diferencias que mantuvo Alberto Fernández, afirmar falsamente que “es” el Grupo Clarín, o anticipar un “segundo renunciamiento” que alejaría en forma definitiva a la ex presidente.
Si omitir que estamos ante el inicio del proceso, hay señales de un reacomodamiento en los agrupamientos políticos.
Massa eludió una definición clara pero dejó entreabierta la puerta para participar en las PASO frentista o, en caso de no hacerlo, para apoyar a su fórmula en una eventual segunda vuelta. Si eso ocurriera, podría mantener su “diferenciación” para los propios, a la vez que reduciría parte de las prevenciones kirchneristas, con lo que podría reservar para otra oportunidad sus inciertas ilusiones presidenciales. Schiaretti, pese a su proclamada posición centroderechista y su pertenencia al “peronismo alternativo”, en un ballottage puede considerar un apoyo implícito, o aún explícito, sobre todo si la se triunfa en la primera vuelta y las conveniencias le indican privilegiar una buena relación para su gestión provincial. Por otra parte, entre los gobernadores peronistas ya comenzó un alejamiento de Alternativa Federal y predomina la valoración de la fórmula de Alberto y Cristina Fernández.
Si pensamos en términos de ciudadanía, o electorado global, entre los seguidores de CFK la respuesta mayoritaria es de una aceptación esperanzada de la iniciativa. En forma minoritaria, aparecen dos reacciones extremas y diferenciadas. Por un lado, el entusiasmo forzado entre los más fieles, mientras en el opuesto, la desilusión, y hasta cierto enojo, por el renunciamiento de quien no solo visualizan con el mayor caudal electoral, sino como única garantía del rumbo político. Es posible homogeneizar las tres posturas, si se convoca al protagonismo y control de la militancia, en base a los ejes discursivos del mensaje de la ex presidenta.
No hay que esperar reflexión, menos aún cambios, entre los que odian, primorosamente, e irresponsablemente, alimentado por el oficialismo y los medios. El 25/30% del electorado que históricamente rechazó las expresiones populares, desde el yrigoyenismo hasta el peronismo, es un bloque hegemonizado por el minoritario poder real, incluidos los medios periodísticos que le sirven en la construcción de “sentido común”. Mediante este mecanismo llegan y cooptan a ese porcentaje de la población que, en definitiva y para su perjuicio, abraza a sus victimarios.
En los tiempos que vienen, hasta agosto y en la recta final que lleva a octubre, el poder tratará de dinamizar a los cooptados para volcar a su favor a los indecisos, esa franja del electorado que no quiere a Cristina, pero tampoco la odia, menos aún cuando empiezan a comparar su situación actual con la vivida durante su gobierno. Entre ellos hay una desconfianza inicial, que tanto el macrismo como los medios hegemónicos intentan potenciar, sembrando miedo al anticipar caos e inestabilidad por el “doble comando” de “Alberto chirolita de Cristina” y el recuerdo de la consigna “Cámpora al gobierno, Perón al poder”, que citamos al comienzo de este análisis.
No son líneas de acción para subestimar, confiando en lo forzado y hasta ridículo de esas comparaciones y afirmaciones. En la franja que tienen como objetivo ya tuvieron cierto eco las acusaciones que ubicaban a Kirchner como “chirolita de Duhalde”, luego a Cristina como “mascara” de Néstor. Recientemente, logró fuerte impacto el ataque a Zannini, supuestamente “comisario político” de Scioli.
Por el contrario, el mensaje del Frente Patriótico puede disputar un porcentaje de estos indecisos, tal vez escaso pero quizá definitorio. El renunciamiento de CFK, su convicción para superar aquello de que sin ella no se puede, pero con ella no alcanza, abre camino a un amplio acuerdo para definir la correlación de fuerzas en las PASO, despeja los argumentos prejuiciosos y permite disputar conciencias e, incluso, inclinarlas electoralmente a favor de la única alternativa real para cambiar el rumbo ruinoso del macrismo.
Una parte de las cartas, no todas, están echadas. Siempre es tiempo de reflexión, pero ahora también de acción.