Mi hermano, Rodolfo Nadra, publicó anoche en las redes sociales la siguiente afirmación: “Comenzó el final. No sé cuánto durará y dónde terminará. Pero es irreversible”.
Poco después, una vieja amiga, desorientada, le preguntó “Qué pasó?”, y la respuesta fue aún más concluyente: “De todo. Este patético y cruel gobierno entró en crisis terminal”.
De inmediato, una larga lista sumó otro interrogante: “¿Indicios?”.
A continuación, la fundada respuesta de Rodolfo, también en las redes sociales:
Compañeros y amigos: Hay más que indicios. Hay hechos y muy graves, en el plano nacional y hacia el exterior. No hay más que prender el televisor, escuchar la radio o navegar por Internet.
Algunos, sólo algunos: la ex periodista y actual diputada oficialista Marcela Pagano internada por el estrés que le provocó el apriete de Martín Menem y otros legisladores de La Libertad Avanza (LLA), incluidas amenazas a los laburantes de su despacho (se están matando entre ellos hace rato), para obligarla a renunciar a su elección como Presidenta de la Comisión de Juicio Político; la Bullrich teniendo que pedir disculpas al gobierno de Chile por irse de boca y decir, entre otras barbaridades, que Hizbulá opera en el norte de Chile; indicios ciertos de que Milei está paranoico y tal vez en pánico por miedo a un atentado (“si me subía a ese avión en Dinamarca era boleta”, le habría dicho a alguien muy cercano, un disparate, además de ofensivo para el gobierno socialdemócrata de ese país) y se anunció oficialmente que dejará de volar en aviones de línea por seguridad, etc., etc.
LLA se convierte cada vez más en un burdel mientras no logra cerrar acuerdos firmes con los gobernadores y la oposición dialoguista para que le voten la nueva Ley Combi; el país todo es atravesado por un estado de estupor (por ahora pacifico) por la brutal embestida contra los trabajadores y los jubilados con la disparada de precios y el tarifazo impagable que lleva a miles de Pymes a la quiebra y suma a millones a la pobreza. El martes se juntan en una movilización nacional, que promete ser contundente, por primera vez desde el Cordobazo, los sindicatos y los universitarios (estudiantes, docentes y no docentes) ante el gravísimo desfinanciamiento (en las facultades ya se funciona a media luz, se dan clases abiertas en las calles y el presupuesto de todo el año no da para más de un par de meses); la Unión Obrera de la Construcción declaró el estado de alerta y amenaza con un parate total si no se aprueba su paritaria; hay prevista una gran movilización para el primero de mayo y un paro general para el 9 de ese mes; en la mayoría de los grandes municipios del conurbano la situación se ha vuelto invivible (transportes impagables, suspensión total del suministro a los comedores, desocupación creciente, etc.) Y, con más razón, en las provincias del norte del país donde los “rebusques” de changas son más difíciles.
Todo esto, y mucho más, en el marco de una crisis terminal en la viabilidad del “modelo” económico sujeto al Dios Mercado, como un golpe al corazón de toda la filosofía de Milei: se comenzó poniéndole tope a las paritarias y ahora (con encuestas en la mano que muestran los crecientes “peros” a la esperanza en su base de votantes) se le declara la guerra a las prepagas por haberse cartelizado y se ordena (más dirigismo y regulación no se consigue) que retrotraigan sus cuotas a diciembre, apliquen el IPC para los aumentos y devuelvan la plata cobrada de más. Se trata del comienzo de un caos al interior de la medicina prepara (¿quién les ordena, o no, a sus prestadoras que también retrotraigan los precios?) y hacia el resto de la economía. ¿También le ordenarán a los supermercados que retrotraigan los precios? No lo parece. ¿Cómo se retoma el eje y la coherencia cuando el rumbo se derrumba?
La pobreza explota y el proyecto gubernamental hace agua por todos lados y no cierra ni a palos, mientras la furia en las calles todavía no llegó pero parece inevitable. Sólo se trata de tiempo, un tiempo que Milei sólo usa para pelearse e insultar a todos: enemigos y adversarios, pero también contra sus aliados políticos y hasta la propia tropa. Tarde intentan congraciarse con la clase media que, al igual que los sectores más postergados, son atacados en sus bolsillos, su salud, su educación y su calidad de vida. Siempre para abajo, estés en la escala social que estés. Y no es un problema de política económica y social corregible; está en la génesis de un modelo absurdo e inviable de destrucción y remate del Estado, entrega y extranjerización del territorio y sus recursos, pulverización del tejido social y de la convivencia civilizada mínima, algo insoportable también para el elemental despliegue del sistema capitalista.
Todo ello es lo que ha entrado en ocaso terminal por estos días, con una serie de hechos y circunstancias que son disparadores del COMIENZO DEL FINAL, la descomposición y el salto de calidad en el estallido de contradicciones de un ensayo absurdo, cruel y despiadado, de “anarcocapitalismo”.
Creo que son algunos pocos, pero suficientes, indicios para afirmar lo que afirmo. El proceso puede ser más corto o más largo, pero es irreversible.
Ahora bien, ¿tiene el campo popular una dirección política que le permita no ya encabezar sino apenas encauzar este proceso? Definitivamente no y es la tarea pendiente, motivo seguramente de un análisis más ambicioso que estas líneas descriptivas. Por eso todo es más angustiante y preocupante. No hay aún luz al final del túnel. Pero el túnel ahí está.