¿Es posible que una investigación periodística logre abarcar la historia de una generación?
Es posible y lo logra Ernesto Valverde –periodista, escritor y militante de los derechos humanos– en Corro 105: Rodeados, un impactante y polémico libro publicado por Editorial de la Campana.
En sus páginas se reconstruye el ataque militar a la Secretaría Política Nacional de Montoneros el 29 de septiembre de 1976, en la calle Corro 105 de Villa Luro, donde resistieron hasta la muerte Alberto Molinas, Ismael Salame, Ignacio Beltrán, José Coronel y María Victoria “Vicky” Walsh.
Y lo logra porque su trabajo es marcadamente diferente a las investigaciones similares, pero confeccionadas por académicos. También es diferente de los textos con los que algunos ex dirigentes pretenden justificarse y, especialmente de los libros fruto de la visión tuerta de los periodistas de “pseudoinvestigación”, que tienen tanta difusión en los grandes medios.
El libro de Valverde se aleja de la usual sucesión de nombres, hechos y definiciones políticas con algún contexto o anécdota de época para presentarnos un texto en el que el relato periodístico se expresa a través de las historias de vida de los protagonistas de los hechos: qué ideas los llevaron por los caminos que eligieron, cómo razonaron las decisiones que tomaron, cuáles eran sus certezas e incertidumbres políticas y, también, quiénes eran como personas, como esposos, esposas, amantes, padres, madres, hijos.
Nos presenta testimonios y anécdotas que permiten reconstruir cinco vidas militantes. Amigos, familiares, compañeros de militancia y hasta vecinos nos pintan un retrato de estas cinco personas desde su niñez hasta el final de sus vidas. Un retrato de cómo crecieron y maduraron, del despertar de sus conciencias políticas, de cuáles eran sus sueños y esperanzas, aciertos y certezas, errores e incertidumbres en esos caminos de compromiso finalmente cercenados a balazos y bazucas lanzagrandas por parte de 200 efectivos del Grupo de Artillería de Defensa Antiaérea 101 (GADA101), con apoyo de un helicóptero, tres tanquetas de la Gendarmería y efectivos de la Policía Federal.
Comenzamos el libro y sentimos ternura al verlos crecer, conocer a sus familias, “entrar en sus casas”, percibir el modo en que sus compromisos políticos crecieron a partir de la conciencia de vivir en un país y un mundo tan largamente injustos…
Luego, el relato sobre sus trayectorias políticas invita a una reflexión crítica de quienes fuimos sus compañeros y hasta sus amigos cercanos, pero desde diferentes espacios políticos y con disensos importantes con las decisiones de la organización a la que ellos pertenecían. Sin embargo, quienes también militamos en aquellos años tampoco podemos dejar de empatizar con esa descripción de una juventud que también fue la nuestra, con una mezcla de idealismo, profundo compromiso político y, a la vez, dudas y errores que, en muchos casos, resultaron fatales.
Las páginas finales del libro se leen con el vértigo de una novela de ficción y finalmente nos sacuden con el horror de seguir paso a paso una masacre que conmovió a vecinos, comercios, escuelas y a todo un barrio para masacrar a cinco combatientes.
Sin dudas, la obra es oportuna, ya que diez de los militares que protagonizaron el ataque fueron detenidos por el juez Rafecas en diciembre de 2021 y se los procesó en marzo de este año. También se trata de un libro polémico, pero, a la vez, consta que es fruto de varios años de investigación, que se reflejan en una rigurosa y documentada descripción de aquellos tiempos de lucha, de entrega y de esperanzas tronchadas por el horror.
Su lectura invita a una reflexión seria acerca de la militancia de los años 70, en una época distinta y hoy irrepetible, pero con lecciones que mantienen vigencia y es preciso rescatar y analizar como legado para las nuevas generaciones.
Desde lo personal, agradezco a Ernesto Valverde, como en su momento lo hice con Ricardo Baschetti, que haya rescatado, en sus páginas, mi amistad con “el Turco” Ismael Salame. Ambos autores describen esta amistad en el contexto del papel que jugó en esta historia la organización a la que yo pertenecía en esos tiempos de de firme rebeldía y claros principios, pero también tanto dolor.
El recuerdo que vuelca Valverde en Rodeados es más extenso y cita mis largas charlas con Salame, alguna vez en la Sociedad Sirio-Libanesa de su Tucumán natal y, otras tantas veces, en distintos bares porteños o locales partidarios. Me hicieron recordar esas charlas con el joven Ismael, campechano y afectivo a través de su humor ácido, que le brotaba naturalmente, y solía terminar en agudas chicanas que pegaban en puntos sensibles de la supuesta infalibilidad de mis juicios.
Pienso en mi amistad con Ismael como una medalla de honor que me dio la vida y supera mis expectativas el hecho de que la reconozcan y valoren varios compañeros peronistas, con quienes no siempre estuvimos, ni estamos, de acuerdo, tanto sobre el pasado como sobre el presente.
Recomiendo leer este libro de la primera a la última página para sacar provecho de su reconstrucción vivencial e histórica, así como de las lecciones que brinda y las reflexiones a las que invita.
Sin embargo, cargado de emoción, me tomo el egoísta atrevimiento de reproducir, como cierre en esta reseña, estos párrafos de las páginas 212-13, que me parecen una fiel reproducción de lo que vivimos en aquellas últimas horas quienes nos reunimos con Ismael en el encuentro citado –el PC lo hizo con otros militantes y dirigentes. Los que participamos de ese encuentro éramos miembro de la Fede, la Federación Juvenil Comunista, que por entonces contaba con la autonomía de decisión y la capacidad operativa que permitían ofrecer lo que ofrecíamos, en el marco de un largo y fraternal trabajo en común con la JP Regionales para crear y, más tarde, extender a nivel nacional las Juventudes Políticas Argentinas.
Irse del país
Al día siguiente, Ismael tenía una cita con integrantes del Partido Comunista. Inclusive le habían anticipado el tema de la conversación: sacarlo del país.
Salame llegó puntual a la cita. Un vehículo frenó a su lado y el conductor lo invitó a subir.
Durante 20 minutos estuvieron dando vueltas, verificando que Salame no “trajera cola” (estar siendo seguido por las Fuerzas de Seguridad). Después de un largo rato y de pasar a un segundo auto, lo llevaron compartimentado hasta el lugar de la reunión.
–Mirá Turco, esta casa es segura, y nosotros verificamos que no te seguían. Así que la jugada es tenerte guardado acá que es totalmente seguro. Mañana te sacamos para Cuba.
–Están locos.
–No, esto es muy en serio. Y vos sos un arbolito de navidad caminando por la calle…
Luego de este inicio, dos compañeros más del Partido Comunista, ingresaron al cuarto con una pava y mate, que dejaron sobre la mesa para poder saludarse con Ismael.
Se conocían hace años y, ante la coyuntura actual, el PC estaba intentando sacar del país a algunos compañeros que, sin pertenecer a su organización, consideraban valiosos y, a su vez, que estaban sentenciados por la dictadura.
Ismael Salame era uno de ellos.
La reunión fue en una casa ubicada en la zona donde se tocan los límites de los barrios Almagro, Villa Crespo y Caballito de la ciudad de Buenos Aires.
Luego de una charla sobre la situación política del país, y discutir sobre lo que opinaban, los integrantes del PC volvieron al ataque con que se quede allí y ellos lo sacarían del país.
–Mirá paisano (dirigiéndose a Alberto Nadra, de origen sirio como él), yo voy a morir. Si yo me quedo, me van a matar los milicos. Si me voy, me van a matar mis compañeros. Prefiero que me maten los milicos.
Para La Tecl@ Eñe