Entrevista | Alberto Nadra: Qué fue, qué no es y qué debería ser la militancia en nuestros tiempos

Entrevista publicada en Mutamag. Escrito por Mariano Pereyra

Alberto Nadra es un militante político de raza. Marxista desde la cuna gracias a su padre, Fernando Nadra -uno de los dirigentes más sobresalientes en la historia del Partido Comunista Argentino- vivió toda su juventud bajo dictaduras militares y democracias tuteladas. Hasta sus 24 años, la clandestinidad era la única forma de vida conocida: cambios de identidad, de locación, dificultades para establecer lazos afectivos, incomunicación. Sacrificios necesarios para una causa política de liberación.

A sus 13 años se desempeñó formalmente en su primera actividad militante como delegado estudiantil de un colegio de Haedo, del que fue expulsado dada la publicación de un comunicado por el centro de estudiantes en contra de la invasión norteamericana a República Dominicana. Sus compañeros lograron devolverlo al establecimiento.

Desde aquel episodio su vida fue una constante acción de lucha. Entre sus hitos como como actor de la causa de los pueblos se encuentra el rescate y difusión del último poema de Victor Jara antes de su asesinato; la conformación de una red clandestina de contrainteligencia que revelaba frente a los ojos del mundo las atrocidades del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional -tal cual lo documenta en su primer trabajo editorial: Secretos en Rojo. Un militante entre dos siglos (2012)-.

Con el advenimiento de la democracia en la década de 1980, continuó colaborando con la dirección del Partido Comunista Argentino hasta su ida del mismo a mediados de 1990, debido a diferencias insalvables con la conducción.
Durante los años del neoliberalismo menemista, ya fuera del partido, se vio envuelto en penurias económicas que lo obligaron a reconvertirse laboralmente: fue vendedor ambulante, ingresó a la actividad privada, entre los que se destaca el rol de productor y conductor de un programa televisivo “Política en acción” de la señal P&E, un oasis de reflexión política clara y fructífera durante la era de la pizza y el champán.

En este 2022 Nadra publicó su tercer libro, Banderas en mi corazón, por la editorial Leviatán, basado en dos extensas entrevistas realizadas por la Biblioteca Nacional Mariano Moreno.

La actual política palaciega, el estado de la militancia, la importancia de retomar la experiencia de las Juventudes Políticas Argentinas, la impotencia del gobierno del Frente de Todos y la famosa correlación de fuerzas, junto a lo oculto y a las mentiras sobre la historia del Partido Comunista Argentino, son algunos de los tópicos que abordamos con el político, docente y periodista que gentilmente nos invitó a su casa para esta entrevista.

¿Qué fue lo que animó la producción de este nuevo libro?

Es un caso extraño. Mis otros libros tienen un motivo de reconstruir parte de la historia militante y revelar algunos de los elementos secretos de la historia del Partido Comunista Argentino (PCA) que no se conocieron y que todavía, en general, se conocen muy poco porque la academia no los trata, los periodistas de investigación tampoco y el PCA como está prácticamente diluido no tiene la potencia para desarrollarlo.
Dentro de eso quise rescatar lo heroico y valeroso de esa historia, sin dejar de expresar mi opinión sobre ello y su crisis [la del partido]: eso fue Secretos en Rojo.
Las entrevistas de la Biblioteca Nacional son muy valiosas. En mi caso las preguntas fueron con mucho respeto pero punzantes, impiadosas. Al ser oral y a quemarropa, y sin estar prefijado ni siquiera el temario, salió muy espontáneo sin que yo me midiera demasiado. Uno siempre siente la responsabilidad histórica de que lo que va a decir tiene un significado, va a ser interpretado, pero me solté mucho y dije las cosas como nunca las había dicho, ni siquiera como en Secretos. Consideré que eran buenas entrevistas pero no las volví a ver.
Aun así tuvieron su impacto y me llegó la propuesta de una amiga muy querida que conduce un programa en Radio Caput. Me dijo “¿Por qué no lo publicás?”. Tuve mis reservas, pero ella insistió en que había cosas importantes ahí, que para mucha gente lo era por todos esos años vividos. Me dijo: “Yo las desgrabo y después me decís”. Las desgrabó y mientras tanto hablé con mi asesora política principal -mi compañera- que me protege y por eso es muy dura conmigo: “no te metas más con eso, dejá de hablar de eso”, me dice, pero al final me dijo “No. Esto tiene que salir” y fue definitiva su palabra.
Luego me puse a corregir cuestiones estilísticas que se encuentran en la oralidad: la gestualidad, el humor, las inflexiones, y algunas fechas que me equivoqué porque eran temas que no tocaba desde hacía más de cincuenta años. Consulté a la Biblioteca Nacional y me dieron su autorización.

Pablo Leoncini hizo un prólogo muy interesante sobre esta maniobra mundial de tratar de ocultar al comunismo como parte de la memoria de la lucha de los pueblos, como pensamiento y praxis organizativa. En Europa, por ejemplo, -que fue liberada por el Ejército Rojo- hacen una encuesta y el 75% de la gente piensa que la Unión Soviética peleó junto a Hitler. Te das cuenta el grado de manipulación, que no es un problema solo de los comunistas como nunca lo fue. Siempre la persecución contra los comunistas fue el caballito de batalla para ir contra todo el movimiento nacional y popular.

Toda esta memoria de grandes luchas e ideales del siglo XX intenta ser barrida para que el neoliberalismo y las posiciones más extremas de sometimiento y desigualdad, en el que el mundo está metido, se estabilicen sin mayores tropiezos.
Si bien el comunismo está muy diluido hoy en el mundo, el peligro de una experiencia de ideales, de formas de organización que renazca es lo que les preocupa. Lo hicieron las dictaduras y esto es como una reformulación.

Le pedí a [Felipe] Pigna que me hiciera algún comentario sobre el libro y terminó haciendo la contratapa. Es terriblemente elogioso, pero no es de elogio fácil y gratuito así que lo valoré mucho, realmente. Esa es la gestación, el desarrollo y la aparición del libro.

Salí de la editorial Corregidor, que todavía es de gran penetración en distribución y publicidad, por que no le daban los números y yo no puedo pagarme mi propia edición como hacen otros autores, con mucho respeto. Leviatán, en cambio, tiene ochenta años de existencia, es una editorial clásica pero su quehacer es más familiar y artesanal por lo que su capacidad de distribución y publicidad es muy pequeña. De todas maneras nunca me propuse hacer un best-seller, pero está teniendo impacto. Sobre todo en las personas que vivieron esos años, y en bastante gente joven que puede ver una lectura distinta sobre la historia argentina del siglo XX y principios del siglo XXI.

Banderas en mi corazón no es meramente un libro de reflexión u opinión sobre los hechos históricos sino que hay una línea que lo atraviesa y lleva a las conclusiones finales que son la reivindicación del papel de la militancia, qué fue y qué no es y qué debería ser la militancia en nuestros tiempos y cómo esa militancia es fundamental para que haya un protagonismo popular que compense esta famosa relación de fuerzas que siempre es desfavorable al campo popular.
Me parece que es lo que mantiene esa vigencia histórica y que está dicho en el libro. Es útil para empezar a discutir cómo se cambian las cosas en serio, porque sino estamos siempre discutiendo en que los otros son muy fuertes, muy poderosos, que hasta acá podemos llegar… ¿Y los objetivos?

Superó tus expectativas…

Superó todas las expectativas. Estoy muy conforme con haber tomado la decisión. Mi amiga que me insistía quería —si yo no me convencía con la edición de un libro— hasta hacer un folletito y repartirlo como difusión, pero al final la cosa tomó formalidad de libro.

Según dijiste, “Secretos en Rojo” significó un desgarramiento personal. ¿Qué impacto personal tiene ahora “Banderas en mi corazón”?

Cuando terminé el recorrido de presentación de Secretos en Rojo por distintas partes del país, sufrí un infarto. El desgarramiento fue terrible. Es mi historia, la de mi padre, de mis hermanos, de mi mujer que está postrada por la tortura. Banderas en mi corazón no fue un desgarramiento, pero como el reportaje salió tan fluidamente pude escupir muchas cosas pero bien. Ya está superada esa otra etapa, de hecho eso quedó más acotado en este nuevo libro, y levanta mucho más la necesidad de aportar ideas para la creación de una fuerza popular que realmente tenga capacidad de cambio en Argentina. Los que venimos de la generación de los sesenta y los setenta que hicimos esa experiencia y la desarrollamos tenemos la obligación de volcarla. Y no son disquisiciones teóricas en el aire: es una teoría de la práctica militante pero que tiene expresiones concretas como fue, por ejemplo, un caso trascendental absolutamente ocultado que es la construcción de las Juventudes Políticas.

Fuiste uno de los fundadores de la organización Juventudes Políticas Argentinas (JPA) que estaba integrada por distintas fuerzas. ¿En qué se caracterizó esa mancomunión de militancia política?

Las Juventudes Políticas Argentinas es la experiencia de unidad militante más importante que se ha visto en la historia argentina. Te voy a explicar por qué: los primeros atisbos de juntar juventudes políticas que en ese momento esencialmente era La Federación Juvenil Comunista, la Juventud Peronista (JP), y la Juventud Radical Coordinadora Nacional (que también estaba por la liberación nacional y social, aunque te parezca mentira) en ese trípode más otros como la Democracia Cristiana en algunas de sus expresiones, la Juventud Intransigente, la Juventud Desarrollista, y otras que eran las primeras organizaciones al final de la dictadura de Lanusse en 1972, que estaban formadas o se estaban formando, organizamos una gran movilización junto con organizaciones gremiales; la llamamos “La marcha del hambre”, pero también se la conoce como “El Santelmazo”. En ese caldo de cultivo que venía del Cordobazo empezaron los primeros acercamientos de juventudes que no solo no se hablaban, sino que a veces confrontaban y mal. Hablo de cachiporra a arma de puño. No era joda, era la historia de los grandes partidos argentinos y sus contradicciones, y las juventudes expresaban eso hasta que empieza a darse una práctica en la lucha anti-dictatorial contra el triunvirato Onganía-Levingston-Lanusse, que empieza a acercar posiciones de manera despareja. En mi caso, en la Facultad de Filosofía y Letras nos peleábamos con la JP pero en los barrios estaban actuando de manera conjunta, incluso sin una dirección clara.
Cuando se generó ese proceso que termina en la victoria de Cámpora-Solano Lima fuimos todos separados porque la derecha peronista no deja que el PCA integre el FREJULI. La Junta Coordinadora con posiciones mucho más avanzadas que las de Balbín -que hasta recibían formación marxista junto a nosotros, mirá lo que te digo- fueron por la fórmula Balbín-Gamond. Nosotros conformamos la Alianza Popular Revolucionaria con [Oscar] Alende, donde estaba el Partido Intransigente, el PCA, el sector más de izquierda de la Democracia Cristiana. Sin embargo, cuando va a asumir Cámpora se juntan las juventudes políticas en el Hotel Savoy y sacan un documento firmado por dieciocho juventudes titulado “25 de Mayo. Por la Liberación contra la dependencia”. Ahí empieza un proceso inédito, no exento de dificultades y discusiones, pero estábamos todos juntos en un programa de objetivos nacionales que la juventud planteaba a la Argentina y a sus propios partidos políticos, de cambios hacia la liberación nacional del país.
Con ese programa se decide conformar las Juventudes Políticas, de comando unificado. Se las institucionaliza con una dirección integrada por todas las fuerzas, y desde el nivel de dirección se convoca y se aplica la construcción y reproducción de las direcciones y el programa con las especificidades de cada lugar. En todas las provincias, en todos los pueblos, en la universidad, en el movimiento sindical, en el movimiento vecinal.
Dentro de un enfoque global se actuó aplicando los elementos, las reivindicaciones, las postulaciones de cada uno de los lugares y los sectores. También hubo juventudes políticas entre los artistas y la cultura.
En función de un programa, una dirección institucionalizada, extensión territorial y sectorial, se definieron planes de acción. Allí entonces empezamos a actuar mancomunadamente. Organizamos manifestaciones de resistencia. Por ejemplo una movilización contra el golpe a Allende, otra contra las modificaciones del Código Penal que mandó Perón, incluso con la JP que estaba tomando mayor distancia [de Perón]. Quiero decir, es una experiencia de unidad para la acción política que no hubo antes ni después.


En algo que hacés mucho hincapié es en la omisión de la resistencia obrera, sindical y juvenil que se hace en las lecturas de la última dictadura cívico-militar. ¿Qué nos podés contar sobre eso? Casi que ni se habla.

Hubo toda una resistencia, empezando con la del movimiento obrero. En abril de 1976 ya había trabajo a tristeza en General Motors, en Ferroviarios, en Luz y Fuerza. Hay compañeros de La Fede, peronistas, desaparecidos en esas luchas.
No habían pasado dos semanas de la dictadura que ya nos habíamos reunido entre las juventudes. Poco a poco fuimos tratando de buscar a los peronistas, ayudarlos a que participen y hasta darles algún marco de seguridad como en el caso de Nilda Garré o Juan Pablo Unamuno, pero fue gracias a ese acuerdo político de las JPA que nos definimos. Ese acuerdo por arriba nos permitió extender y darle cierta legitimidad a las acciones en las distintas provincias en todos estos ámbitos; se reconstruye la FUA (Federación Universitaria Argentina), se juntan veinte mil firmas contra el arancelamiento universitario, se realizan encuentros de la juventud de la Federación Agraria contra el plan Martínez de Hoz. Todo en plena dictadura.

El peronismo estaba destruido, pero había una reticencia del radicalismo sobre todo de Balbín. Ya ni te digo de resistencia, pero sí de reclamo firme. Nosotros nos hemos entrevistado con las juventudes políticas varias veces con Balbín y todas las veces se negó a mover un dedo por los reclamos. En una de las entrevistas antes de la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) nos dijo “¿Para qué vamos a hablar por desaparecidos si están todos muertos?”.
Cuando finalmente armaron la multipartidaria -que pedimos desde el primer día-, en la decadencia de la dictadura, excluyeron al PCA haciéndolo participar solamente en las comisiones técnicas.

Cuando ocurrió la visita de la CIDH fue tremendo por la presión de la dictadura contra los partidos políticos. Nos decían que iba a haber salida electoral con tiempo y paciencia, pero si no hablábamos con la CIDH.

La pelea que hubo que dar para llevar a algunos dirigentes políticos… A Balbín ya no lo ibas a convencer, a Alfonsín lo convencimos. Aunque parezca mentira Bittel y Herminio Iglesias fueron.

Organizadamente fuimos desde los barrios a presentar las denuncias. En este barrio, por ejemplo, Caballito, tenemos tantos desaparecidos. Armábamos cada grupo de diez personas, uno o dos estábamos para las denuncias, otro para asegurarnos que volvieran porque estaban los Falcon, estaban sacándonos fotos.
A todo lo que hicimos luego con la marcha a San Cayetano por “Pan, Paz y Trabajo” le sumábamos “la dictadura abajo”, y se transformaba en un religioso político. Gran papel de Ubaldini, de la CUTA, pero todas las juventudes políticas estuvieron ahí. Y cuando vino Malvinas también, con consignas como “Malvinas sí, democracia también”.

Te diría que el 95% de los desaparecidos fueron aquellos que participaban o habían participado en esa lucha. Porque ese era el objetivo de la dictadura. La dictadura no vino a disolver las organizaciones armadas que ya estaban desmanteladas, vino a cortar la experiencia de lucha en el movimiento popular argentino, y lo logró en varias modalidades, una de ellas la desaparición física. Cuando vino la democracia no lo tenías a Tosco, a Salamanca, a los compañeros de Lovey en las Ligas Agrarias, es decir que durante la misma dictadura no tuvieron oportunidad de transmitir toda esa experiencia. No estaban los portadores, las ideas planteadas.

En un libro que sacó La Tecla Eñe, hay una nota que escribí sobre el mito de la Plaza de Galtieri. En ese texto yo cuento todo lo que nos esconden sobre la resistencia civil que hubo. Desde el discurso hegemónico se dice que aparentemente la dictadura fue perpetrada por un grupo de señores malos que vinieron a torturar y matar, después se fue incorporando que hubo un interés económico. Pero desde el otro lado también se da una idea de que lo único que hubo en frente eran las organizaciones armadas -que por otra parte ya casi ni existían al inicio de la dictadura- y las Madres [de Plaza de Mayo] solitas que se largaron, que sin duda son el símbolo de resistencia pero que no son toda la resistencia. ¿Dónde se reunían las Madres? En la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, porque estaban todas dispersas.

Lo de las escuelas secundarias también fue impresionante, con centenares de revistas. La más conocida fue “Aristócratas del Saber” del Nacional Buenos Aires, que les costó secuestrados y muertos.
[Desde las JPA] Nos pronunciamos a favor de Nicaragua contra el somozismo, por la paz en el Beagle, y comenzó a lograrse la reconstrucción del movimiento estudiantil, del movimiento de los productores agrarios. Llegamos a realizar un Encuentro por la Paz en el Beagle con ochenta organizaciones juveniles, sindicales, artísticas, que terminó con un cierre en el estadio de Vélez y León Gieco estrenando por primera vez “Sólo le pido a Dios”. Te estoy hablando de 1978.
La Asamblea Permanente por los Derechos Humanos que se crea antes del golpe (porque el terrorismo de Estado arrancó antes de 1976), arma el Seminario Juvenil donde viene Alfonsín, De Nevares, Nadra. Fueron seminarios de investigación y denuncia, donde figuró el concepto de delito por ser joven. Ahí registramos más de ocho mil jóvenes desaparecidos, el 80% de esos desaparecidos eran trabajadores y casi el 50% obreros industriales. No eran en su mayoría miembros de organizaciones armadas, sino dirigentes sociales, obreros, sindicales, barriales, deportivos. Todo este movimiento fue impulsado desde el mismo momento del golpe. Esto no quiere decir que no hubo una base de consenso social muy fuerte al golpe, obtenida en gran medida por los años turbulentos previos, aparte de su poder y el de las corporaciones que son quienes las impulsaron: la Sociedad Rural Argentina, el Consejo Empresario Argentino, que son los mismos hijos de puta que siguen ahora opinando sobre el futuro del país.
Todo esto que te digo no está en los libros de investigación que supuestamente reconstruyeron esos años.


Hablabas de una maniobra mundial de borramiento de las luchas históricas populares del mundo, como gran apuntado el comunismo. Una de esas expresiones en nuestro país es esta oleada de los autodenominados “libertarios”.

Sin ninguna duda. Te usurparon el título de “libertad”; te están usurpando el título de “revolución”. Borraron las verdaderas revoluciones, ni la francesa, porque estos son anti revolución francesa. Están con el enfoque anglosajón, Popper, la escuela austríaca. La “Libertad, Igualdad y Fraternidad” no se la bancan. Libertad solita pero como a ellos se les antoja. Y encima en su discurso tiran por la borda doscientos años de lucha obrera y popular en medio del capitalismo. En su discurso se contiene la flexibilización laboral, la liquidación de la indemnización, del sector social de la economía, de la salud y educación públicas, la economía, la vivienda. Vos fijate el nivel del brutal atraso. Estamos en el 1800. Los planteos no son del siglo XX, son del comienzo del siglo XIX.
Forma parte de la exterminación de todas esas banderas bastardeándolas. Dicen que son anarquistas…


Sí, anarcocapitalistas.

¿Te das cuenta? Los anarquistas de las protestas, los que pelearon en la Guerra Civil Española, Severino Di Giovanni, los anarquistas de la Patagonia Rebelde… ¿Escuchar a estos tipos llamándose anarquistas?


Otra de las figuras que aparece en este discurso es la del “zurdo”, término que nos remonta a la última dictadura cívico-militar.

Por supuesto. Pero no es un fenómeno nacional. La consigna “Comunismo o libertad” la levantó Vox en España, la están levantando los fascistas en Alemania, en Italia. Esta internacional de neoliberalismo facho que están Vargas Llosa, Uribe, Aznar… todos delincuentes, algunos de ellos asesinos. Es un discurso universalmente acordonado y promovido, pero no para liquidar al comunismo porque no es un peligro. No sé si renacerá con otro nombre, aunque creo que sí será necesario el advenimiento de una sociedad post-capitalista porque esta es terriblemente injusta, no tiene solución y no tuvo en doscientos años a ninguno de los problemas de la humanidad. Todo lo contrario, los ha agravado mucho.
Pese a la mentira de Milei de que con el capitalismo estamos mejor que en siglos previos, no estamos mejor. Hay recursos que permiten que algunos estén mejor, pero si vos comparás la distancia que hay entre un rico y un pobre de la Edad Media, y la que hay entre un rico y un pobre de hoy es abismalmente mayor. Porque los ricos también se cagaban de frío en los castillos, se morían de enfermedades que no tenían solución. Hoy los ricos tienen solución a casi todos sus problemas y los pobres no tienen solución casi a ninguno.
Con ese discurso buscan liquidar cualquier posibilidad de tocar los intereses de los grandes grupos dominantes del mundo, y ni siquiera con medidas reformistas o progresistas que en otra época hubieran sido vistas de centro-derecha. Le hicieron un quilombo a [Felipe] Solá por haber planteado una Junta Nacional de Granos, antes de que asumiera el Frente de Todos. Que al igual que la Junta Nacional de Carne ¿quién la puso? ¿Los comunistas? ¿Perón? ¡Lo pusieron los conservadores! Hablan de la reforma agraria que no es la de los años setenta, es la reforma agraria de Grabois que es una reivindicación de la burguesía posterior a la Revolución Francesa. Vos fijate el nivel de locura.


Se ha corrido mucho el arco.

Claro, pero no es solamente para que los de ultraderecha parezcan de derecha y los de derecha de centro. Es un corrimiento del debate sobre el presente y el futuro de la sociedad. No se limita a una maniobra político electoral. Es una maniobra estructural para mantener y ampliar los privilegios y mantener a los sumergidos en su situación cada vez mayor. Es un grave error analizarlo en términos electorales. Ellos no van a tener problema, que si lo electoral no sale van a hacer golpes judiciales como hicieron en Ecuador, en Honduras, en Brasil con Dilma. Y ese es otro tema, en la medida en que vos les cedés y retrocedés, vas perdiendo apoyo popular, te vas debilitando y al final te rajan. No le pasó eso a Evo, pero mirá cómo terminaron. A él lo tuvieron que sacar con violencia, a los demás aparentemente legalmente, pero la base es que vos cediste y no organizaste. Cuando Lula estuvo en la cárcel, ¿cuánta gente estuvo en la calle?


Tu labor periodística como corresponsal de Prensa Latina, en particular durante esos años de dictadura, fueron una demostración cabal de compromiso político como profesional. ¿Cuáles son tus referentes en el periodismo?

Tengo un gran respeto por los profesionales del periodismo que lo ejercieron con rigor, con tremendo apego a la verdad, sin por ello conceder en sus posiciones políticas pero siendo periodistas en un sentido auténtico. Para hacer periodismo militante, hay que ser militante. Periodismo militante hice cuando fui director del periódico de La Fede o del periódico del partido. Eso es periodismo militante. El otro tiene que ser periodismo honesto, veraz, a tiempo, hablando del derecho a la comunicación en términos generales.
Si bien respeto a los periodistas militantes, porque lo he sido y sigo siéndolo a pesar de no pertenecer a un partido, tengo muchos referentes que por ahí no son los clásicos como Walsh, Masetti, Mariano Moreno por los que tengo un gran respeto. Pero también siento un gran respeto por Gregorio Selser, Rogelio “Pajarito” García Lupo, Pablo Giussani, Oscar Serrat, el socialista Víctor García Costa, Isidoro Gilber, que fue jefe mío. Es gente con la que yo me formé.


¿Cómo fue ejercer la profesión en esas condiciones?

En Prensa Latina, a pesar de ser una agencia de noticias políticamente definida, exigía mucho rigor en la veracidad, confiabilidad de la fuente, incluso desde lo técnico. Cuatro líneas en el encabezado, no más de treinta palabras. Y no había tutía. Cuando llegó la carta de Walsh [ndP: Prensa Latina, gracias a Alberto Nadra, fue uno de los primeros medios de comunicación en publicar la famosa “Carta abierta de un escritor a la Junta Militar” en 1977], me las tuve que arreglar para publicarla porque era tan pesado el tema. Tenías que cumplir con las preguntas básicas ¿Que?, ¿Quien/es?, ¿Dónde?, ¿Cuándo? y ¿Por qué?. Las tres fundamentales en el primer párrafo y las otras en el segundo. En el primer y segundo párrafo está la noticia. Fue muy riguroso.

En otros lugares te dan la posibilidad de arrancar con un giro, empezar con una anécdota, citar alguna frase. La agencia de noticias es intencionadamente la crudeza de la información que debe ser objetiva. Jamás en un cable de Prensa Latina iba a poner ”el presidente Jorge Rafael Videla”, sino que ponía “el miembro de la Junta Militar”. Jamás puse que habían sido abatidos “subversivos”, sino “integrantes de organizaciones armadas”. En la prensa argentina estaba prohibido decir “Montoneros” o “ERP”, tenías que decir “organización declarada subversiva en primer lugar” -o sea el ERP- , después “organización subversiva declarada ilegal en segundo lugar” es decir, Montoneros. Después nosotros no lo cumplíamos porque teníamos la ventaja de pertenecer a una agencia nacional que transmitía hacia el exterior. Aunque todo eso pasaba por el primer piso del entonces Correo Central.
En esa época se trabajaba con teletipos. Con el punto a punto, La Habana y Buenos Aires, con el telex que eran unas cintitas. Vos escribías el artículo y después salía en una gran máquina que a su vez transmitía. En medio de ese punto había otro de intersección a cargo de la Armada en el Correo, que se registraba todo lo que se estaba mandado. Ahí me amenazaron a mí, secuestraron a Serrat, a Finoli y a Busquet que en ese momento trabajaban en France-Presse. Fue Busquet quien escribió el primer libro sobre las Madres de Plaza de Mayo, poniendo en evidencia el mote “Las locas de la Plaza de Mayo”; como les decían.
Vivíamos amenazados. Me llamaban por teléfono, me hacían escuchar los gritos de los camaradas míos secuestrados en la embajada de Cuba. “Acá está María Rosa (Cancere), cada notita que mandás le subimos unos voltios”, o cosas que me llevaron a cambiar mi vida personal, de no salir con nadie más de dos o tres días. Me llamaban y me decían “¿qué tal con la rubia anoche?” Ese tipo de cosas demoledoras porque vos sabías que a esa persona la podían matar, secuestrar. Uno estaba jugado.
Enrique Raab estuvo charlando conmigo el día que lo secuestraron. Estábamos en Prensa Latina porque él hacía colaboraciones. Bajé con él y lo acompañé hasta Reconquista charlando porque se iba al cine a ver una película, era cinéfilo y un gran crítico literario y cultural. Se lo chuparon a la salida. Así eran las cosas todos los días. Al mismo tiempo estaba en las juventudes políticas, era muy loco todo.


¿Eran verdaderamente conscientes?

Éramos totalmente conscientes y absolutamente inconscientes. Lo vivíamos con una naturalidad tal que ahora te asusta pensarlo. Vos partías de la base que sabías que ese día te podían matar, que al otro día también. Salías, hacías tus cosas, te contaban que habían matado a este, al otro. Tuve que sacar a un camarada mío asesinado en la redacción de uno de los periódicos de La Fede, atado con su cinturón, desnudo, con la cabeza en el inodoro. Y vos seguías al otro día como si no hubiera pasado nada.. mentira, con todo el dolor pero seguías. Como si te insensibilizaras, no a la emoción, pero sí al peligro. Como si significara menos de lo que significaba, pero vos seguías adelante y seguías y seguías…
Hay tipos que ni existían, que estaban escondidos debajo de la cama o en el exterior, y te vienen a juzgar ahora sobre qué hiciste, qué dijiste, cuántas palabras pusiste. Cuando nosotros estábamos todo el día peleando, sacando gente, como de las organizaciones armadas, con las que nunca estuvimos de acuerdo e igual los ayudamos. Pero tenés a los que te dicen que “ustedes fueron cómplices porque hay una declaración que dice que el General Videla…” [ndP: Nadra se refiere al comunicado emitido por el Partido Comunista Argentino a pocas horas del golpe militar de 1976] Sí, una declaración de mierda. Pero ¿qué tiene que ver eso con lo que hacíamos todos los días? Ninguno de los compañeros míos fue secuestrado por estar escondido. Los secuestraron peleando, armando el movimiento estudiantil, el movimiento obrero, o sacando el periódico. Cinco periódicos nos prohibieron. Y eso que eran ilegales, pero igual los prohibían porque sabían que difundíamos mucho.


Hablando de la coyuntura actual del país, ¿cómo ves al Frente de Todos en estos dos años y medio de gestión?

Si el Frente de Todos se hubiera constituido con un programa en primer lugar, una dirección institucionalizada, a partir de esa dirección su extensión en todo el país, incluyendo las reivindicaciones particulares y a partir de esa concepción vos hubieras hecho terciar el poder del protagonismo del pueblo… Nada de eso se hizo. Es más, te voy a decir que en los mejores años del Frente Para la Victoria -la llamada “Década ganada”-, tampoco se hizo.

¿Desde dónde reclamás? Suponete, lo que planteamos es una reforma tributaria progresiva. A partir de ahí empezamos a apretar. El impuesto a la renta inesperada es parte [del programa], entonces vas a los lugares… Viene el aporte de las grandes fortunas y decimos esto es parte del programa, no alcanza para lo que queremos pero es parte. La Nación, Clarín, TN dicen lo que quieren… Flaco, vos tenés tu organización. El 20% de ese aporte va a los barrios populares. Señores, acá vienen tantos pesos que los vamos a usar para construir esto con nuestros empleados que son de las mismas poblaciones. Tenemos que pelear para que esto salga porque esto no sólo es el gran programa, nuestros grandes ideales, no. Son nuestros problemas de todos los días. Tenemos que pelear por esto de forma organizada. Y no solo va si llegás al Congreso con una presión organizada, sino ahora estaríamos controlando -porque no se está cumpliendo- cuánto de ese 20% llegó a los barrios populares. Y te digo barrios populares, como también lo destinado a la salud, al gasoducto [el gasoducto Néstor Kirchner]… Y todo eso se discute únicamente en los pasillos de la Casa Rosada, en el costadito del Congreso, en la sede de la UIA o de la AEA. ¿Y la gente? Por eso la experiencia de las Juventudes Políticas muestra un camino que todavía tiene absoluta vigencia, si es que queremos cambiar. Por supuesto si vos querés ver cuánto sacás, si te acomodás, eso ya es otra historia. Si querés cambiar tenés que enfrentarte al poder real. Pero no sólo a través de la movilización popular, debe ser una movilización consciente.


Hablás de una capilaridad.

Una capilaridad consciente. Es extenderlo pero con claridad de objetivos y de metodología y construcción política.


Hay una debilidad del gobierno, autopercibida o no, desde el inicio. ¿La primera expresión de ello fue el caso Vicentín?

Vicentín fue el punto de quiebre. Si todo eso lo ves a trasluz, te vas a encontrar con esto que venimos hablando. Si Vicentín era parte de un programa que incluía de máxima -no para mañana ni pasado- un control estatal del comercio exterior donde los derechos de exportación, que por algo son derechos de exportación y no “retenciones”, los cobra el Estado en vez de dejar que los exportadores se lo saquen a los productores y encima los productores en vez de putear a los exportadores que le sacan los derechos de exportación, putean al gobierno y resisten la medida que a ellos no los tendría que perjudicar porque los tendrían que pagar los exportadores, por eso no se llama retención. “Retención” es la manera de engañarnos. Entonces si Vicentín era parte de eso, vos hubieras tenido otro apoyo de los sectores medianos y pequeños productores agropecuarios.
¿Pero por qué no sucede? Yo tengo una opinión muy fuerte. Yo apoyé el Frente Para la Victoria, en general apoyo al Frente de Todos, pero apoyo porque es lo posible y lo que hoy tenemos. Si por mí fuera plantearía el socialismo. No existe el capitalismo bueno, el capitalismo civilizado. Por supuesto que hay más [capitalismo] salvaje y menos salvaje. Sí, eso es cierto, pero la esencia del capitalismo es que la producción es social y la apropiación es privada, es decir de unos pocos y de cada vez menos pocos y de más socialmente producida. Nunca va a haber la justicia social que proclama el peronismo, si el problema de fondo -que es esa explotación- no se resuelve. Esa es mi posición. Eso no es lo que el pueblo argentino piensa, quiere, ni se plantea en este momento. Pero sí el pueblo argentino estaría en condiciones de afrontar un programa de cambios dentro del capitalismo pero de avances importantes. Como todo de esto que venimos hablando: una reforma tributaria donde quienes la tengan que poner la pongan siempre y no de manera excepcional, el control del comercio exterior, la derogación de la ley de entidades financieras de la dictadura que permitió los saqueos en el 2001, etc. Pero esta clase política cree en el capitalismo y sobre todo no cree, no entiende o tiene miedo, -a cada uno que le quepa el sayo que le corresponda- al protagonismo popular. Tiene miedo de la gente en la calle. Tiene miedo a tener que dar explicaciones cara a cara. No por la televisión, sino cuando vas a los barrios, a las unidades básicas.
El protagonismo popular es la base de conformación de lo que para el marxismo es la construcción del poder popular. Así sean micro poderes populares. En la medida en que vayas construyendo ese poder popular, generás un contrapoder al poder dominante. Si vos no lo generás y todo se reduce a este enfoque de negociación superestructural que tienen nuestros dirigentes políticos, sin hablar de casta y toda esta pelotudez que se dice ahora, las cuestiones se arreglan entre nosotros: nos juntamos en el Congreso, en la Casa Rosada, o en la CGT misma. ¿Y la gente?
Ellos tienen todo el poder, los medios, la justicia… Vos vas a jugar de visitante a la cancha de tu oponente y sin tribuna visitante. Así siempre vas a tener correlación de fuerzas desfavorables, ni siquiera vas a dar las peleas.

Agradecemos a Alberto Nadra por su amable colaboración.

Banderas en mi corazón (2022) editado por Leviatán se puede comprar digitalmente así como en formato físico en algunas de las siguientes librerías de C.A.B.A.:

  • De La Mancha (Av. Corrientes 1888)
  • Badaraco (Av. Entre Ríos 932)
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  • Soho (Thames 1772)
  • Mundus (Moreno 1157)
  • Cassasa & Lorenzo (Av. Álvarez Jonte 4461)

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