¿De qué hablamos cuando decimos “nosotros”?

Por Alberto Nadra

    Lejos de postergar opiniones y disensos, el movimiento nacional y popular requiere de un permanente intercambio, y aun de un constructivo debate, para avanzar en el análisis político colectivo.

En ese camino, caben algunas puntualizaciones acerca del uso del “nosotros” que varios compañeros emplean sin especificar el alcance que otorgan al pronombre, aunque siempre en oposición a un apenas menos impreciso “ellos”.

    1) El “nosotros”, en tanto refiere al Frente de Todos (FdT) como la amplia alianza electoral construida para derrotar al macrismo, disiente a su interior en cuanto a una nueva concepción del concepto de propiedad, el papel estratégico del Estado o acerca de una política exterior independiente del imperio. Por otra parte, tampoco acompaña iniciativas como -solo a título de ejemplo- investigar el ilegal endeudamiento externo, gravar en forma regular a las grandes fortunas y patrimonios, reformar la intacta legislación financiera de la dictadura, reducir la jornada laboral, democratizar el sistema de medios, a la vez de contar con uno propio. Es más, en relación a estas propuestas, en su seno no faltan “ellos” notables que directamente las rechazan y resisten.

    2) El “nosotros”, en tanto núcleo dentro del FdT que sí promueve algunas, o incluso todas esas medidas, sin embargo no comparte, como no lo compartió o no entendió entre 2003 y 2015, la necesidad de avanzar en la institucionalización de la alianza, acordar un programa de mediano y largo plazo, y mucho menos promover desde el frente núcleos de poder popular en el territorio, fábricas y casas de estudio para movilizar organizadamente desde ahí en defensa de lo que se logra y de lo que se reclama.

    3) El “nosotros” de los que promovemos esas medidas y, a la vez, creemos que los procesos favorables a las grandes mayorías se definen con protagonismo popular, construyendo poder desde abajo, casi no somos convocados y, por lo general, no integramos las estructuras gubernamentales, como tampoco (salvo alguna aislada excepción) las integramos en el pasado. 

    Estas insuficiencias están íntimamente relacionadas a que lo que (por comodidad de lenguaje) se denomina ‘kirchnerismo’ no ha encarado siquiera, y menos saldado, el debate acerca de por qué se perdió el gobierno en 2015.

   Creo, entonces, que es necesario precisar a qué nos referimos en cada ocasión que hablamos de “nosotros”.

   Si se trata de la tercera acepción del “nosotros”, hemos dejado constancia que (con desacuerdos y aun sin ser escuchados en fundadas advertencias) apoyamos sin vacilar el rumbo general desde que Néstor Kirchner lanzó su candidatura presidencial en 2002, para años después denunciar el peligro de restauración conservadora a pesar de la risita sobradora de algunos compañeros. 

   Intentamos impedir el subestimado avance del neoliberalismo macrista en la ciudad de Buenos Aires, no dudamos en enfrentarlo desde el inicio de su perniciosa gestión nacional, ni en militar el triunfo del FdT, la amplísima alianza electoral que fue necesaria para derrotarlo.

   Quienes compartimos espacio con las dos primeras acepciones del “nosotros”, pero nos enrolamos claramente en la tercera, somos comprensivos y responsables, que no es lo mismo que tibios u obsecuentes, como sí lo fueron tantos que en el pasado entraron, salieron y ahora volvieron a ocupar puestos destacados de los últimos gobiernos de raíz popular.

   En las propuestas y en la acción tratamos de señalar respetuosamente diferencias, alertamos acerca de lo que consideramos errado, lo que se encara con marcadas vacilaciones o directamente no se intenta, en el camino de imponer el bienestar general por sobre la resistencia tan activa como desestabilizadora del privilegio minoritario pero poderoso, así como la de sus carapintadas mediáticos.

    Los acuerdos superestructurales, las buenas decisiones y su correcta fundamentación inciden en la lucha política pero no la definen, pues se trata siempre de una pulseada de intereses donde “ellos” tienen el mayor poder.

    Nos esforzamos porque el movimiento popular no quede prisionero de una relación de fuerza dada, sino que actúe para modificarla.

   Lo que suma para definir a favor es la relación de fuerza alcanzada por el campo popular, y en ella los intereses de las grandes mayorías solo prevalecen cuando se asientan en la conciencia de los objetivos, la voluntad política de llevarlos adelante y la organización colectiva para lograrlos.

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