El presidente y sus extremos

“Nos extremamos y perdimos el voto de centro que nos apoyó en 2019”

Alberto Fernández, presidente de la Nación, según Perfil 19/12/2021

Entiendo necesario advertir la gravedad de la situación que atravesamos. O para atenuar angustias y reclamos ante un forzado dramatismo, digamos que es un momento bisagra.

Las últimas horas requieren prestar especial atención tanto al proceso obstruccionista y cuasi golpista de la oposición política, mediática y judicial, como a la capacidad y tipo de respuesta del gobierno del Frente de Todos (FdT).

Esta oposición, en perfecta sintonía, elevó a limites peligrosos una ofensiva que inició desde el mismo 10 de diciembre de 2019, pero que elevó a niveles peligrosísimos de la mano de la derrota histórica del peronismo y sus aliados en las elecciones de medio termino y las propias vacilaciones del gobierno.

Han llegado al borde de la traición a la Patria al voltear en el Congreso el Presupuesto 2022, boicotear de la mano de un diputado de Juntos por el Cambio la posición argentina ante el FMI en Washington (al igual que hizo el Domingo Cavallo para voltear al presidente Alfonsín) y encima reclamar la aceptación sin resistencia de todos los condicionamientos que exige. 

La ofensiva desestabilizadora y el “mensaje” de las urnas

Los grandes medios fogonean esta línea de acción, a la vez que anticipan y ensalzan la postura claramente desestabilizadora de sectores clave de la justicia, que han optado por enfrentar sin disimulo al gobierno,

En pocos días,  la Corte Suprema sumó a sus dislates la supuesta inconstitucionalidad de la ley de Consejo de la Magistratura; los tribunales de Comodoro Py avanzan en la impunidad de Macri en el escandaloso caso del espionaje ilegal, probado con pruebas contundentes por el juez Auge de Lomas de Zamora; no menos grave, otra Cámara revoca un fallo de primera instancia y frena la declaración de servicio público esencial a los servicios de tecnología de la información y las comunicaciones: en concreto sacraliza la concentración del sector, atenta contra el derecho a informarse y comunicarse y da vía libre para que las corporaciones esquilmen impunemente el bolsillo de los argentinos.

El presidente reitera que escucha al pueblo y no vacilará en defender los intereses de los más humildes, pero este domingo declara a Perfil que la derrota en las parlamentarias se debe a que asumió posiciones extremas y perdió al electorado de centro.

Si no es otra frase poco feliz, ¿se puede estar más desubicado frente al mensaje de las urnas? El problema no es lo mucho que se avanzó, sino lo insuficiente y vacilante de cada paso. 

Precisamente esas vacilaciones, esos retrocesos, esa falta de medidas “extremas” (¿?), que inquietan al presidente, pero son propia de los países capitalistas desarrollados en los que nos reitera que cree, motivan una grave situación política e institucional:

  1. Alberto Fernández -ni que hablar de la vicepresidente- es combatido con odio por la derecha, que no tienen temores personales, sino que teme la potencialidad de un frente que legó con la promesa de mejorar el país y su gente, de plantarse frente al privilegio;
  2. Alberto Fernández es ninguneado y despreciado por los medios que sirven al sistema, que no solo lo critican, sino lo ridiculizan para completar el desgaste que impulsa el establishment.
  3. Y lo más grave: esas contradicciones, las vacilaciones y retrocesos también han minado la confianza en su necesario liderazgo entre un importante sector de los militantes y simpatizantes del FdT. Lo admite en presidente, en ese mismo reportaje, donde habla de “desconfianza” y de “extremos” en el FdT.

¿Dónde y cómo se conjuga el verbo “extremar”?

En definitiva, el grupo de tareas desestabilizador del privilegio mantiene su fuerza política y electoral y se envalentona mientras que se debilita el FdT, justamente por no ir a fondo en hacer pagar la crisis a quienes la generaron y se beneficiaron con ella.

El cierto que el gobierno hizo esfuerzos por atenuar la pobreza y la miseria que dejó Macri y la que sembró la pandemia, que estimula diariamente la revitalización la economía, aunque la mayor tajada de la recuperación sigue yendo a parar a las manos de “tres o cuatro vivos”.

Pero ¿dónde se conjuga en los hechos el verbo extremar de que habla el presidente?

¿Se inició la investigación de la ilegitimidad de la deuda externa y se suspendieron los pagos a poco de asumir, en el momento de mayor apoyo popular y fuerza política? ¿Se acudió simultáneamente a las cortes internacionales para exigir una definición sobre su legalidad, ya que violó la legislación argentina y los propios estatutos del FMI? No.

¿Se avanzó en la prometida Reforma de la Justicia, en cambiar esta Corte de Suprema Injusticia, que hoy -además- es un claro ariete opositor al gobierno? No.

¿Se avanzó en una reforma tributaria que simplifique y elimine el laberinto de impuestos que castiga injustamente a los más débiles (trabajadores o pymes) y -sobre todo- que haga que paguen los que más tienen, y en casi todos los casos lo tienen a costa del Estado, es decir de todos los argentinos?

¿Se avanzo en una reforma financiera, que termine con la “legislación” que impuso la dictadura y permanece casi intacta durante toda la democracia para blindar y garantizar superganancias a los bancos, como en el 2001 y ahora también?

Todas estas decisiones, que si se formulan en general puede sonar abstractas, impactan directamente en el bolsillo de los argentinos y la viabilidad de un desarrollo inclusivo y soberano del país.

Pero hay otras, de visualización más directa. 

¿Qué se hizo ante los despidos de Paolo Rocca y el grupo Techint, luego que el presidente los calificara de infames? Nada.

¿Qué pasó con la decisión del Ejecutivo de expropiar Vicentin, estafadora de miles de productores y del Banco Nación, es decir de cada uno de los argentinos? Se retrocedió y se perdió una oportunidad histórica de castigar un delito y a la vez contar con una empresa testigo para el control del precio del complejo agroexportador, de sus maniobras de contrabando y evasión.

¿Cuál fue la solución para las familias desesperadas por Techo y Vivienda en Guernica? Las topadoras y la represión del ministro Berni, ejecutando mansamente las ordenes de una justicia clasista, antipopular.

Correlación de fuerzas: suicida ignorarla, fatal adaptarse

Pues bien, algunos insistirán en que no se pudo (en varios de los casos citados siquiera se intentó), que “la relación de fuerzas no da”.  La historia contemporánea de nuestro país, y también la del continente, demuestra que es suicida ignorarla, pero fatal adaptarse a ella. 

El primer paso para cambiar la ecuación es hacer consciente, partícipe y protagonista al pueblo de los desafíos, peligros, posibilidades de cada momento: explicar, convocar y sobre todo organizar.

En alguno de todos estos puntos neurálgicos para definir el futuro (justicia, impuestos, bancos, legislación laboral, Vicentin, el FMI o ahora el Presupuesto), ¿dónde está el gobierno explicando, por todos los medios, en cadena nacional si fuera necesario, los peligros que afrontamos, los beneficios de encararlos?

En estos días, y solo a modo de un ejemplo, en lugar de marcar los “extremos” en el FdT el presidente y su gabinete tendría que explicar provincia por provincia, ciudadano por ciudadano, sector por sector, como lo perjudicará territorial y personalmente que Juntos por el Cambio y la corte opositora hayan dejado a la Argentina sin Presupuesto.

Al parecer se siguen privilegiando las necesarias, pero insuficientes, charlas o debates, amables o exaltados, en los pasillos y despachos del Congreso, de la Casa de Gobierno o Tribunales, en las que suele predominar una irritante sensibilidad ante la presión del poder real.

Hay un pecado capital.  Se habla del pueblo, de más y mejor peronismo, del compromiso con los humildes, pero se los nombra o incluso se los convoca en general, tal vez porque se teme gobernar realmente con ellos.

No bastan las convocatorias generales de la dirigencia, por más justas que sean: “hay que empoderarse”, “hay que defender cada derecho”. No, no alcanza. Hay que explicar -y organizar- como se construye ese “empoderamiento”, como lucha cada uno y colectivamente por sus derechos, como se encara en concreto la resistencia a la ofensiva del privilegio. 

¿Se hizo algo en este sentido?

¿Se dio algún paso para recuperar el histórico y efectivo concepto de militancia como “correa de transmisión” entre una dirección estratégica y el pueblo?

No, salvo alguna movilización que nos llena muchas veces el alma, pero que en sí misma es solo una demostración de fuerza, pero no de organización capaz de incidir en la realidad, lo que la limita y reduce su valioso significado.

En dos años no se institucionalizó el FdT, con participación, voz, voto de todos sus integrantes y seguidores.

No se acordó un programa común.

No se construyó frentismo en cada provincia y pueblo.

No se lo reprodujo en las casas de estudios, colegios, universidades, lugares de trabajo y vivienda para que acompañen con sus propias reivindicaciones ese programa acordado en común.

Ni siquiera se permitió la expresión de las evidentes diferencias en una interna abierta donde, ganara quien ganara, hubieran quedado un poco más claras las posiciones y propuestas de los distintos sectores de la heterogénea composición del FdT.

Protagonismo Popular es construcción de poder organizado para cambiar la relación de fuerzas, fijar y mantener un rumbo nacional y popular.

Es la tarea pendiente. Y -lo dije y lo repito- no de ahora. Está en la base de la derrota de 2015 y la restauración conservadora, que ahora vuelve a sobrevolar como un fantasma que debemos desterrar.

Para La Tecla Ñ

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