Los medios suelen omitir, por ignorancia o intereses concretos, la trascendencia o significado de algunas medidas, como el acuerdo para una operación de canje de fondos entre Argentina y China, que al decir de Raúl Delatorre podría entenderse como “un fuerte desafío a la hegemonía financiera mundial todavía vigente”.
Para alguien que se interesa por la economía, pero no es economista sino esencialmente analista político, los matutinos de hoy son un cantero de enseñanzas acerca de las trampas del seudo “periodismo independiente”, y a la vez permiten decir que posiblemente estemos ante un hecho histórico, que aún es prematuro definir en detalle.
Por lo pronto, cual es la lectura de nuestros medios. Esencialmente dos: Argentina logró una ayuda financiera de China y, la segunda, el país oriental es nuestro nuevo prestamista de “última instancia”. Obviamente ambas son parte de al verdad, pero no toda la verdad, ni siquiera –a nuestro juicio—la fundamental. Y dejamos de lado el coro de ironías con que se regodean los medios acerca del “cuento chino” de los 20.000 millones de dólares de inversiones de Beijing, del que se habló durante la gestión de Néstor Kirchner, y del que se mofan como si todos los días cerráramos acuerdos de ese nivel con alguna gran potencia occidental y cristiana, como si –¡precisamente ellos!—el de las inversiones no fuera un camino plagado de dificultades, arduas negociaciones y confianza mutua.
En realidad, la pretensión argentina parece ser abrir una brecha en su histórica “dependencia” unilateral del dólar, tanto en el comercio internacional como de los organismos internacionales de crédito, dejando la puerta abierta para eventuales variantes soberanas en medio de la crisis más importante del sistema financiero capitalista en muchas décadas, a la vez que profundiza la desdolarización de una parte fundamental de nuestro comercio internacional, ahora con China, como antes con Brasil.
Dos hechos marca Delatorre con claridad. El primero, que en los hechos el acuerdo monetario con China significa que Argentina tiene un crédito abierto en el país asiático para comprar todo lo que necesite de ese país, con equivalencia a pesos, hasta el equivalente a 10 mil millones de dólares por los próximos tres años, una suerte de tarjeta de compras en yuanes, que implica un financiamiento recíproco para facilitar el comercio, pero, mucho más que eso: una fuerte corriente de intercambio comercial desligada del dólar. ¿Qué puede especularse a partir de esto? Que si en algún momento el sistema financiero de Occidente, léase Estados Unidos y Europa, corta el crédito, tenemos una cuenta corriente abierta en China para comprar lo que nos haga falta. Y hay más. Cito textualmente al colega: “Meses atrás, Argentina acordó con Brasil que paulatinamente el intercambio bilateral dejaría de hacerse en dólares para pasar a ser un mecanismo compensado entre pesos y reales. Una manera de desdolarizar el intercambio con el primer socio comercial. Si a eso se agrega que Argentina acaba de hacer lo propio, por otros mecanismos, con China, su principal cliente extracontinental, se puede señalar con justeza que la desdolarización del comercio internacional del país avanza a pasos agigantados”.
La señal no es emitida en cualquier momento: se produce horas antes de la reunión del G-20 para tratar la crisis financiera, luego que Estados Unidos ratificó que defenderá el actual, con el dólar en el centro de su operatoria y condicionante del comercio mundial, luego de rechazar la propuesta de China –obviamente efectuada sin ninguna inocencia– para crear una divisa de reserva internacional que sustituya la actual dependencia mundial de la divisa estadounidense, por la cual todos pagamos finalmente sus crisis.
Al igual que en la renegociación de la deuda externa la derecha brama, y basta leer los matutinos tradicionales del día.
Al igual que en la renegociación de la deuda la oposición aún no se dio por enterada, aunque es de temer que en su delirio opositor arremeta como en aquel entonces, o luego con la estatización de ahorro argentino de las AFJP, o increíblemente contra el reemplazo de la ley de Radiodifusión de la dictadura.
Al igual que en estos casos, y a diferencia de otros, en lo que no –renta financiera, minería, petróleo, transporte—, estamos ante una decisión de clara defensa de un proyecto nacional independiente, que nada tiene que ver con el aislacionismo que achacan los lectores de solapa, o los defensores, generalmente beneficiarios, del establishment financiero.